¿Tengo hambre de Jesús?

 


«Tú eres el Hijo de Dios»  
(Mc 3, 7-12). 

Hay que imaginarse la escena para hacerse una idea de su dramatismo. Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo. Al conocer la actividad de Jesús a favor de los oprimidos, una muchedumbre acude a él.

La gente seguía a Jesús. Tenían hambre, hambre de esperanza, hambre de alegría, hambre de amor, hambre de verdad, hambre de salud... hambre de Dios, en definitiva. Dejan sus quehaceres, sus casas y se van a escuchar a Jesús.

Cuando la necesidad aprieta y alguien es capaz de comprometerse de verdad con nosotros, la gratitud es enorme. Jesús atraía porque no se quedaba en las palabras o los deseos. Su vida liberaba, sanaba y curaba.

¿Tengo hambre de Jesús? ¿Qué hago por seguirle, por escucharle? ¿Qué estoy dispuesto a dejar para estar con Él? ¿Pongo en sus manos mis dolencias?

A Jesús lo buscan por las cosas que hacía. Vienen de distintas regiones. Su fama se ha ido extendiendo. Los que sufrían de algo se le echaban encima. Los espíritus inmundos se postran. Pero todo esto choca con su mesianismo, que no es de fama sino de Cruz


"Él les prohibía que lo diesen a conocer". En Jesús hay que creer tras un encuentro personal con Él. No crees por sus milagros, ni por lo que te hayan dicho de Él. O pasas tiempo con Él o tu fe es niebla, que igual que viene, se va.

Si caminas con Jesús y le dejas que toque tu corazón, si aceptas que sea tu amigo, entonces el reino llega a ti, y con él, el perdón y el crecimiento en el amor. "Hemos de aprender a abrazar a los necesitados"

El seguimiento de Jesús te compromete a defender la vida, a potenciar la vida, a dignificar la vida, a hacer feliz y gozosa la vida de los seres humanos. Empieza a realizar esto con los más cercanos y hazlo con palabras claras y gestos concretos, como Jesús.

Hoy las personas también tienen hambre de Dios, también las que tienen espíritus inmundos. Cualquier corazón necesita ser amado y amar, espera buenas noticias, mendiga esperanza, busca una razón para vivir. Y los cristianos hemos de estar dispuestos a saciar ese hambre, esa sed con nuestra experiencia de fe, con la Palabra de Dios, con nuestra vida.

Señor, ayúdanos a descubrir las necesidades profundas de las personas. Haznos generosos para compartir el regalo de la fe. Que nuestra vida sea transparencia de tu amor.

"Danos entrañas de misericordia frente a toda miseria humana, inspíranos el gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado. Ayúdanos a mostrarnos disponibles ante quien se siente explotado y deprimido. Que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando..." 
(Plegaria eucarística)   

Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna, tú eres la vida eterna, tú eres digno de recibir la alabanza y el honor. A ti la gloria por los siglos.


 

 

 

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