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Profetas

 


«Les aseguro que ningún profeta 
es bien recibido en su tierra.» 
 (Lc 4, 21-30)

En Jesús se cumple la Escritura que acaban de oír. Los cristianos tenemos que adentrarnos en el Antiguo Testamento a la luz de Jesucristo. Dejarnos admirar por sus palabras de gracia y conocerlo más allá de las apariencias. Abrir nuestro entendimiento a la fe.


Jesús recorre el camino de los profetas: se presenta como no nos lo esperamos. No lo encuentra quien busca milagros, sensaciones nuevas, una fe hecha de poder y signos externos. Lo encuentra, en cambio, quien acepta sus caminos y sus desafíos.

Nos falta la suficiente perspectiva para valorar y reconocer los regalos que nos rodean y que tenemos cerca. Nos deslumbra la novedad, la oferta irrechazable, el encanto de lo desconocido. Pero lo cotidiano, lo conocido de siempre, lo doméstico, nos parece irrelevante. Tenemos que perder las cosas y las personas para empezar a valorarlas. Ojalá que no sea así.

De la misma forma que Cristo predicaba las enseñanzas de su Padre, ¡atrevámonos nosotros también a compartir la Buena Noticia! ¡Fuera temores y vergüenzas!

 


Gracias, Dios Padre nuestro Misericordioso,

porque Tú nos invitas hoy a saber verte

y a lograr reconocerte en las personas

que Tú pones junto a nosotros cada día.

Ayúdanos a ser nosotros para los demás

mensajeros de la alegría tu Buena Noticia

y testigos y tu Amor y Misericordia cada día.

Ayúdanos a cumplir siempre tu Voluntad

para hacer vida en nosotros tu Evangelio,

y que tu Palabra de Vida se cumpla cada día.

No permitas nunca que nada ni nadie

logre jamás separarnos de Ti, Dios Bueno,

y ayúdanos a anunciar y comunicar tu Verdad

en medio del mundo y a todos la personas,

aunque muchos no logren entenderla.

Transfórmanos en fieles discípulos tuyos

para predicar con valentía el Evangelio. 

Amén


 

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