Dar vida

 


"Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto"  
(Jn 12, 24-26).

 

Un morir para que otros vivan. Un morir a aquello que nos encierra en nosotros mismos y que nos abre a encuentros maravillosos con otros que rompen nuestra soledad. La vida es darse. El verdadero amor es morir por el otro.

Morir para dar vida. Renunciar a nuestros intereses para poner en el centro al otro. Servir y no ser servidos. Un programa difícil, arriesgado, doloroso. Es el evangelio que late en el corazón del discípulo, del cristiano. ¿Suena tu vida a esta melodía?


Hoy celebramos a San Lorenzo. El Diacono Lorenzo.  Fiel a la Iglesia en la persona del papa Sixto, Lorenzo lo acompaña al martirio, el Papa le dice que se encargue de los tesoros de la Iglesia. El emperador lo escucha y le dice que quiere esos tesoros. Lorenzo pide tres días para mostrárselos. Al tercer día trae a la presencia del tirano a los más pobres de la ciudad, a los huérfanos, a las viudas, los impedidos, los predilectos de Dios Eso le cuesta la vida en un tormento terrible. Morir quemado a fuego lento en una parrilla.

Que enseñanza más bella la de Lorenzo. El tesoro de la iglesia no está en el Vaticano. Está en los hospitales de incurables, está en las casas de moribundos y leprosos de la madre Teresa. Está en los enfermos terminales de sida, en los jóvenes zombis esclavizados al alcohol y las drogas, en las muchachas sometidas a abusos y vejaciones y después abandonadas como un trapo inútil. Esos son los tesoros de la Iglesia.

Valoremos lo que valen y dediquemos nuestra vida a buscarlos y acompañarlos con Amor y allí encontraremos Jesús.

San Lorenzo, oyente atento y cumplidor fiel de la palabra de Dios: 
En los días de su vida sembró con generosidad: 
semillas del amor, de la fe, de la esperanza en el corazón de sus hermanos. 
Cuando soportaba los crueles tormentos
recordó la compasión del Señor y se acogió a su misericordia eterna. 
Cayó y murió como grano de trigo en la tierra 
pero el Padre premió su servicio generoso y dio mucho fruto: el ciento por uno. 
Dichosos nosotros si, como San Lorenzo, escuchamos y cumplimos la Palabra Dios.



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