“Danos siempre de ese pan”
Jesús se queja cuando lo buscamos por puro interés y esta imagen de Dios es
inadmisible.
Este es siempre el mayor de los peligros para los que seguimos a Dios: hacerlo
a nuestra medida, buscar solo el Dios que nos satisfaga nuestras necesidades.
Queremos hacer de Dios un Dios-panadero y Él huye.
El Dios de la fe está siempre en el silencio de la adoración, cuando su rostro
se transparenta en las huellas de su presencia. Solo Dios habla bien de Dios, y
solo Cristo es "el intérprete" del Padre: "lo que tenéis que
hacer es creer en el que me ha enviado".
Jesús se fue de allí e invitó a que lo siguieran. Nadie puede manejar a Dios.
¿Tú, realmente, porque sigues a Jesús?
Es necesario discernir si aquello que me pone en movimiento hacia el otro es el interés o la gratuidad. Se trata de comer el Pan de vida para abandonar el cálculo de rentabilidad y afianzarse en el don.
A veces acudimos a mesas que nos seducen prometiendo saciarnos, pero que nos dejan más tristes y vacíos. Solo hay un Pan que da la verdadera vida y felicidad. Si tienes hambre de una vida nueva, si tienes sed de un mundo mejor...
Compartid
«Haced esto en memoria mía».
Compartid el pan,
el vino y la palabra.
Cuando el fracaso
parezca desmembrarlo todo,
cada persona, cada grupo,
como cuatro caballos al galope tirando del vencido
hacia los cuatro puntos cardinales,
cuando el hastío
vaya plegando cada vida aislada sobre sí misma,
contra su propio rincón, pegadas las espaldas
contra muros enmohecidos,
cuando el rodar de los días
arrastrando confusión, estrépito y consignas,
impida escuchar
el susurro de la ternura
y el pasar de la caricia,
cuando la dicha
te encuentre
y quiera trancar tu puerta
sobre ti mismo,
como se cierra en secreto una caja fuerte,
cuando estalle
la fiesta común
porque cayó una reja
que apresaba la aurora,
amanece más justicia,
y la solidaridad crece,
reuníos y escuchad,
compartid el pan, compartid el vino,
dejad brotar la dicha común y sustancial,
el futuro escondido
en este recuerdo mío
inagotablemente vivo.
Benjamín González Buelta, sj
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