"Mirad:
guardaos de toda clase
de codicia.
Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no
depende de sus bienes" (Lc 12, 13-21)
Hay quien no duerme pensando qué hacer para que no le
roben.
Quien desconfía de todo y de todos.
Poseen riqueza que ni
siquiera disfrutan.
Su obsesión es guardar, acumular.
Apegarse a las riquezas
nos esclaviza.
Que a nadie le falte lo necesario para una vida digna.
Pero libres.
Hay quien descubre que se puede vivir con poco, que se
puede incluso ser más feliz.
Hay quien, despojado de sus riquezas, empieza a disfrutar
la brisa del amanecer, oír el canto de los pájaros, a contemplar una puesta de
sol, a mirar a los ojos, a escuchar a los otros y al Otro.
Jesús está seguro de que la felicidad no depende de los
bienes materiales, no importa cuán abundantes sean, y nos previene del deseo de
acumular, usurpar, porque esta actitud esclaviza, nos aleja del amor generoso y
gratuito del Padre y rompe la solidaridad fraterna.
La parábola contada por Jesús presenta a una persona que
invierte en un futuro egoísta, que piensa en guardar todo para sí mismo sin
preocuparse por los demás.
Refleja nuestra sociedad de consumo, donde una de las
mayores idolatrías, incluso entre los cristianos, es la del dinero
Ojalá aprendamos a valorar la vida como ese período corto de
tiempo que tenemos para decidir toda nuestra eternidad, para aprender a amar.
«El pan que no usas
es el pan del hambriento; el vestido colgado en tu armario es el vestido del
que está desnudo; los zapatos que no te pones son los zapatos del que está
descalzo. El dinero que tienes bajo llave es el dinero de los pobres; las obras
de caridad que no haces son otras tantas injusticias que tú cometes» (San
Basilio el Grande).
María, "tú has sido nuestro refugio de generación en
generación".
"Despójate de la vieja condición, con sus obras, y
revístete de la nueva", pide San Pablo.
Este nuevo modo de
ser y de vivir lo adquieres embarrándote y recreando tus ojos y tu mente con la
oración.
Limpialos.
Comprende y da lo que eres.
Empuja tu corazón a servir.
Haz el bien.
tú pasaste por el mundo
haciendo el bien
entre todos los hombres,
y nos enseñaste
a compartir con todos.
Lo que somos,
lo que tenemos,
lo que soñamos,
lo que esperamos
lo que nos duele y
lo que nos alegra.
Abre nuestros corazones
para que siempre tendamos la mano al que sufre.
Ayúdanos a ver en cada hermano tu rostro
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