"He venido a
prender
fuego a la tierra,
¡Y cuánto deseo
que ya esté ardiendo!"
(Lc 12,
49-53)
En el Evangelio de hoy, Jesús nos revela su deseo más
ardiente: traer a la tierra el fuego del amor del Padre, el fuego que salva,
que cambia el mundo a partir del cambio del corazón de cada uno
Prende el fuego de tu amor en nosotros para que seamos
antorchas que iluminen.
El fuego que enciende el Espíritu de Dios en los
corazones, no es como el del mundo.
La sabiduría de
Dios no es como la humana.
La alegría que viene de Dios no es como la que da el
mundo.
La paz que nos da Dios no es como la que da el mundo.
Sus
caminos no son nuestros caminos.
Pidamos un corazón puro, para saber amar hasta ser
incomprendidos por los egoístas de nuestro mundo.
Sepamos vivir en estado de lucha: la lucha de quien cree
en la fuerza transformadora del amor.
En pie de guerra
Entre luchar a tu lado,
u holgar sin ti,
elijo la guerra.
Habrá jornadas ásperas,
nostalgias huecas
y ceños fruncidos,
pero aún así…
…prefiero batallar,
contigo por compañero,
a tu ausencia cómoda.
Pelearemos, amigo,
hasta que tu bandera
sea estandarte de muchos;
hasta que tu palabra
sea credo común,
y tu gesto dibuje
en todo horizonte
el amor posible.
Algunos días
me revolveré contra ti,
contra el mundo,
contra mi temeridad de hoy.
Pero no me creas
si entonces me desdigo
de lo que ahora prometo.
No sé si tu fuego
me vuelve loco
o me hace cuerdo.
Pero sé,
sin lugar a dudas,
que mi guerra es tu evangelio.
(José María R. Olaizola sj)
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