El examen final
«Porque tuve hambre y me disteis de comer,
tuve sed y me disteis de beber»
(Mt 25, 31-46)
Antes de entregarnos su amor en la cruz, Jesús nos deja sus últimas voluntades. Nos dice que el bien que hagamos a uno de sus hermanos más pequeños —hambrientos, sedientos, extranjeros, pobres, enfermos, encarcelados— se lo haremos a Él
Cristo puede empezar a reinar en tu corazón. ¡Permíteselo! El Reino de Dios… el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz… puede hacerse presente en tu vida.
PREGUNTAS A UN REY EN CRUZ.
¿Qué trono de árbol te tiene clavado?
¿Qué corte te acompaña, poblada de plañideras y fracasados
¿Dónde está tu poder?
¿Por qué no hay manto real que envuelva tu desnudez?
¿Dónde está tu pueblo?
Me corona el dolor de los inocentes.
Me retiene un amor invencible.
Me acompañan los desheredados, los frágiles, los de corazón justo, todo aquel que se sabe fuerte en la debilidad.
Mi poder no compra ni pisa, no mata ni obliga, tan solo ama.
Me viste la dignidad de la justicia y cubre mi desnudez la misericordia.
Míos son quienes dan sin medida, quienes miran en torno con ojos limpios, los que tienen coraje para luchar y paciencia para esperar.
Y, si me entiendes, vendrás conmigo.
José María Rodríguez Olaizola
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