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Abrid las ventanas

 



'Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa'. 

(Mc 13, 33-37)

Adviento.
¡Velad!
¿A quién esperas?
¿Por qué tienes que estar despierto?
Es importante saber las respuestas a estas preguntas, cuanto más importante sea, para ti, a quien esperas, más fácil será mantener la vigilia.

Velar es esperar, contra toda desesperanza.
Velar es buscar, frente a tanto escepticismo.
Velar es atender, sin sucumbir a la indiferencia o el hastío.
Velar es amar las posibilidades.

 


Velad.

Por amor, por fidelidad.

Velad.

Con paciencia, con esperanza.

Velad.

En la adversidad, en la lucha.

Velad.

Con alegría, con serenidad.

Velad.

Durante el día, durante la noche.

Velad.

Velad.

Velad.

Aunque está siendo un año difícil, estamos felices por la próxima llegada de Jesús.
Si cuando vamos a recibir visita preparamos nuestro hogar, en este caso hay que preparar nuestro corazón.
¡Vamos a por ello! 

 


Pregón del Adviento

Les anuncio que comienza el Adviento.

Alcen la vista, abran los ojos, miren el horizonte.

Reconozcan el momento.

Abran los oídos.

Capten los gritos y susurros, el viento, la vida…

Empezamos el Adviento,

y una vez más renace la esperanza en el horizonte.

Al fondo, clareando ya, la Navidad.

Una Navidad sosegada, íntima, pacífica,

fraternal, solidaria, encarnada,

también superficial, desgarrada, violenta…;

pero siempre esposada con la esperanza.

Es Adviento esa niña esperanza que todos llevamos,

sin saber cómo, en las entrañas;

una llama temblorosa, imposible de apagar,

que atraviesa el espesor de los tiempos;

un camino de solidaridad bien recorrido;

la alegría contenida en cada trayecto;

unas huellas que no engañan; una gestación llena de vida;

anuncio contenido de buena nueva;

una ternura que se desborda…

Estén alerta y escuchen.

Lleno de esperanza grita Isaías:

“Caminemos a la luz del Señor”.

Con esperanza pregona Juan Bautista:

“Conviértanse, porque ya llega el reino de Dios”.

Con la esperanza de todos los pobres de Israel,

de todos los pobres del mundo,

susurra María su palabra de acogida:

“Hágase en mí según tu palabra”.

Alégrense, salten de júbilo.

Vistan su mejor traje.

Perfúmense con los perfumes más fragantes.

¡Que se note!

Viene Dios.

Aviven alegría, paz y esperanza.

Preparen el camino.

Ya llega nuestro Salvador.

Viene Dios… y está a la puerta.

¡Despierten a la vida!


Feliz Adviento, hoy más que nunca la iglesia grita a una sola voz, 

¡Ven Señor Jesús!



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