El publicano Mateo estaba en sus ocupaciones, sentado a la mesa de los impuestos. Un día escuchó incrédulo la invitación del Maestro: "Sigueme". Él se levantó y lo siguió. Esta ha de ser la actitud de todo discípulo: no se puede seguir en lo mismo, hay que seguirle a Él.
Jesús ve a Mateo, se para, propone... y le cambió la vida. Mateo dejará de cobrar impuestos para dedicarse a seguir a Jesús, a formar parte de su grupo. La vida de Mateo es nueva, aquella mirada llena de luz y seguridad lo que va a emprender, una aventura de dejar todo y seguir a Alguien. Parece arriesgado, pero no lo es, la mirada de Jesús transmite fidelidad, no se aleja, te invita a caminar con Él.
Señor, ayúdame a responder con generosidad a tu llamada
Que pueda confiar en tu plan,
«No tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos» La atención al que lo necesita, el anuncio al alejado, la acogida y escucha del solitario nunca debe hacer que el justo sienta que el amor debe reducirse a los que han sido fieles. Si pensamos así no estaremos tan sanos.
"No he venido a llamar a justos, sino a pecadores». La vida nos regala oportunidades de acercarnos a justos y a pecadores. A creyentes y alejados. A personas que nos fascinan y a otras que nos espantan. No podemos convertirnos en "seleccionadores". Todo encuentro, es una oportunidad sanadora. Vivimos en un hospital de campaña donde todos cuidamos y somos cuidados. No reduzcamos nuestro amor a los que espontáneamente nos caen bien, a los que son como nosotros. Quizá mi curación venga de estar cerca del que es diferente.
Jesús no viene a llamar a los justos, ni a quienes creen serlo. Invita a seguirlo a personas pecadoras, injustas…poco virtuosas. Esos son quienes pueden experimentar y acoger su misericordia. Los demás…seguirán juzgando y condenando a quienes no son como ellos.
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