Dios nos regala testigos para el camino, personas que comparten con nosotros sentimientos, búsquedas y anhelos profundos. Juan el Bautista en largas horas de intimidad con Dios ha encontrado el manantial donde recrea una esperanza que vence a la muerte y donde brota la justicia.
Jesús reconoce la grandeza de Juan Bautista. Es grande porque cumple su misión; es grande porque prepara la venida del Señor; es grande porque sabe menguar para que Jesús crezca; es grande por honesto y rehuir del título de Mesías; grande por denunciar con libertad la injusticia.
Juan es pequeño, sencillo, austero... para que resalte el que viene, 'el Cordero de Dios'. Señala con el dedo a Jesús para que otros le sigan, anuncia su llegada para que estemos atentos, vive con sencillez para que no hagamos grandes fastos... Juan es profeta, vive con honradez su misión, con autenticidad y coherencia. En el Adviento escuchamos su voz, nos mueve para vigilar la venida del Señor.
El reino de los cielos sufre violencia. Se inserta en las realidades de este mundo y entra en confrontación con unos valores que desvalorizan. El reino no se impone, se propone. Genera conflicto porque descubre lo que destruye al ser humano en su esencia.
El reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan." La paz que nos ofrece Jesús no nace de la ausencia de conflictos, sino de poner nuestra confianza en la presencia salvadora de Dios. La violencia de la que habla hoy, es de la tensión que cada uno vivimos por dar más crédito a la fe, que a lo que sentimos. Cada día nos debatimos entre gratitud y exigencia. Entre pensar en nosotros o en los demás. Entre la queja y el reproche o la confianza y la alegría. Hagamos violencia para que la alegría venza al desespero.
Dios nos envía profetas. Están entre nosotros. Sólo hay que saber abrir los oídos y el corazón. ¿Dejo que la Palabra de Dios oriente mi vida y mis decisiones? ¿La leo cada día?
«El que tenga oídos que oiga» Cuando no somos capaces de mirar más allá de una pantalla y escuchamos sólo lo que tapona nuestros oídos no miramos alrededor y preparamos la venida de quién nos trae las maravillas de Dios en nosotros. No cambia el mundo, cambiamos nosotros.
Señor Jesús
mientras peregrino navegando
sobre turbulentas aguas de mi vida
dame la alegría de tener como brújula
un corazón que me lleve hacia el puerto del amor.
Dame un corazón de POBRE
capaz de amar, para abrirse y entregarse.
Dame un corazón PACIENTE
capaz de amar, viviendo esperanzado.
Dame un corazón PACIFICO
capaz de amar, sembrando la paz en el mundo.
Dame un corazón JUSTO
capaz de amar, jugándose por la justicia.
Dame un corazón MISERICORDIOSO
capaz de amar, comprendiendo y perdonando.
Dame un corazón SENSIBLE
capaz de amar, llorando sin desalientos.
Dame un corazón PURO
capaz de amar, descubriendo a Dios en el hombre.
Dame un corazón FUERTE
capaz de amar, siendo fiel hasta la muerte.
Dame un corazón EVANGÉLICO
capaz de amar.
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