¡He visto al Señor!
"Ellos le
preguntan:
«Mujer, ¿por qué lloras?"
(Jn 20, 11-18)
Mujer, ¿por qué lloras?
Su propio llanto, su dolor, su desencanto, impedían que su
corazón reconociera a su Señor.
Solo escuchar su nombre en labios de aquel hombre, le
devuelve a la realidad y a la evidencia de la verdad:
Mujer, ya no estás sola.
Sentir añoranza, deseo, hambre de Dios.
Necesidad de encuentro personal y entrañable con el
Resucitado.
Asombro, gozo, renovación interior. Impulso para ser sus
testigos, para más amar y servir, para ser sembradores de esperanza.
¡Cristo vive!
Todo el que ama ha nacido de Dios.
En la Pascua, el paso de Jesús por nuestra vida, hace
renacer el amor, el compromiso solidario, la ternura, el entusiasmo, la fe, la
confianza.
Se renuevan las
fuerzas del Cuerpo que somos al contemplar la gloria del Cuerpo Resucitado del
Señor.
Como María, reconozcamos la voz del Señor resucitado, que
sale a nuestro encuentro, que nos llama por nuestro nombre y que nos envía a
anunciar el Evangelio.
"María Magdalena
fue y anunció a los discípulos: He visto al Señor".
Del mismo modo, sin miedo y con alegría, nosotros somos
enviados a anunciar lo que en el corazón hemos visto y oído.
¡Aleluya!
Yo también te he visto, Jesús resucitado.
Tú eres el Señor, más fuerte que el egoísmo
y que la muerte.
Para ti es mi alabanza,
Tú eres la aurora que anuncia la libertad.
Tú eres la fuente cristalina
donde mana el agua de la alegría.
Yo también te he visto, Jesús resucitado.
Tú eres el Señor, más fuerte que el egoísmo
y que la muerte.
Para ti es mi alabanza,
Tú eres la aurora que anuncia la libertad.
Tú eres la fuente cristalina
donde mana el agua de la alegría.
Poner en 'nuestra Pascua' a María de la Alegría Pascual para
que seque las lágrimas de nuestros ojos y podamos decir:
¡He visto al Señor!
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