Guardar tu palabra
“Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi
día”.
(Jn 8, 51-59).
Decía sabiamente Santa Teresa que “un santo triste es un
triste santo”.
¿Por qué has de estar de morros entonces?
¡Experimenta la alegría del Evangelio y compártela con
los demás!
La fe nos abre a la esperanza.
Es una lucha por la vida, es confianza que nos hace
crecer.
Creer es crear.
Jesús en la cruz, al abrazar la muerte, abrió una brecha
para que pueda irrumpir la vida en un mundo que parece agonizar.
Créelo.
Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida.
"Buscad continuamente su rostro. Recordad las
maravillas que hizo". (Sal 104)
Búsqueda y memoria para mantener vivo el amor de y a
Dios.
Lo mismo que el amor a nuestra familia, amigos, pobres,
comunidad, enemigos.
No hay amigo sin rostro.
Ponle rostro a Jesús.
Mira a los pobres.
Quien tiene a Dios por riqueza, posee el mayor de los
bienes.
La sabiduría de la humildad.
Comprender que Dios es Dios y nosotros sus criaturas.
Pero criaturas amadas, hijos amados.
Y aunque ahora no veamos claro, confiamos en su Palabra
porque experimentamos que Dios es fiel.
Guardar tu palabra.
Desearla, escucharla, amarla.
Con mi corazón, mis oídos, mi labios.
Guardar tu palabra.
Recordarla, acogerla, vivirla.
Con mi mente, mi pensamiento, mi vida.
Guardar tu palabra.
Jesús está cerca de ti para darte la paz que buscas y la
fuerza para vivir como él quiere.
Tener la vida eterna es saber que nuestro destino se realiza
plenamente en la vida junto a Dios
No te rindas... que Él no se rindió.
Dame fe, Señor.
Y que sienta el brotar de una nueva vida,
cuando te palpo por la oración y la Eucaristía.
Dame fe, Señor.
Y elévame cuando, postrado en mil problemas,
tengo la sensación de que se impondrán
a mis posibilidades de hacerles frente.
Dame fe, Señor.
Porque la fe es ver lleno el vacío.
Porque la fe es confiar en lo prometido.
Porque la fe es levantarse aún a riesgo de volver a caer.
Dame fe, Señor.
Y que me levante para siempre escucharte,
y que me levante para nunca perderte.
Porque la fe, es poner a Dios
en el lugar que le corresponde.
Porque la fe, es atisbar luz
donde algunos se empeñan en clavar sombras.
Dame fe, Señor.
Y, cuando algunos me den por muerto o vencido,
grítame a lo más hondo de mi conciencia:
¡A ti te lo digo! ¡Levántate!
¡Gracias, amigo y Señor de la vida!
Y que sienta el brotar de una nueva vida,
cuando te palpo por la oración y la Eucaristía.
Dame fe, Señor.
Y elévame cuando, postrado en mil problemas,
tengo la sensación de que se impondrán
a mis posibilidades de hacerles frente.
Dame fe, Señor.
Porque la fe es ver lleno el vacío.
Porque la fe es confiar en lo prometido.
Porque la fe es levantarse aún a riesgo de volver a caer.
Dame fe, Señor.
Y que me levante para siempre escucharte,
y que me levante para nunca perderte.
Porque la fe, es poner a Dios
en el lugar que le corresponde.
Porque la fe, es atisbar luz
donde algunos se empeñan en clavar sombras.
Dame fe, Señor.
Y, cuando algunos me den por muerto o vencido,
grítame a lo más hondo de mi conciencia:
¡A ti te lo digo! ¡Levántate!
¡Gracias, amigo y Señor de la vida!
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