Con Él siempre hay vida




“El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino” (Jn 4,43-54).

En un mundo donde muy pocas cosas tienen valor, creer en la palabra de alguien no tiene precio.

En un mundo donde hay tantas palabras que a conciencia mienten y confunden y destruyen, es necesario creer y aceptar la única Palabra que nos lleva a la verdad plena, la única que puede salvar y curar al hombre


Aquel hombre creyó.
Creyó en Jesús contracorriente.
Creyó en Jesús ciegamente.
A su hijo se le escapa la vida y fue valiente y acudió a Jesús.
Y Jesús lo escuchó.

Ante la enfermedad y el sufrimiento, algunas veces el creyente duda de la justicia y la gloria de Dios.
Únicamente puede vencer el escándalo del mal si, por la fe y la oración, se entrega al designio salvador de Dios, a su gracia y sabiduría.

Si creemos en la Palabra de Dios y nos ponemos en camino, encontraremos al Señor, que viene a nuestro encuentro, a través de signos y acontecimientos concretos que reavivan nuestra fe.

Si queremos que Dios nos cure de verdad, tenemos que acercarnos a Él con plena confianza.
Sin miedos ni suspicacias.
Sólo nuestra fe podrá sanar nuestras heridas.


Señor Jesús, necesitamos sentir la alegría que Tú das, ese don, esa gracia interior que nada ni nadie puede apagar.
No permitas que la tristeza y el pesimismo se apoderen de nuestros corazones.
Ayúdanos a transformar el luto en danza.

"Cambiaste mi luto en danza. Te daré gracias por siempre".
La Palabra, Salmo 29, abre hoy el alma desgarrada por el dolor.
Dios sorprende.
No dejes de contar con Él.
Aunque creas que no es, que no está, busca su rostro en lo íntimo y secreto del dolor.
Encontrarás.
Sanarás.

En los momentos oscuros, cuando no ves esperanza, acude a Jesús.
Él es vida y con Él siempre habrá vida.
Ten la fe del oficial que aparece hoy en el Evangelio.
Busca a Jesús, encuéntrate con Él, pídele con humildad.
Él se hará presente en tu vida.

María, Nueva Galilea, tierra de acogida al Señor que da la vida, empujoncito que nos lleva a creer en Familia, para vivir.

Padre bueno, mira con compasión
a todos los que sufren a nuestro lado.
Jesús, Dios con nosotros, hazme solidario
con el sufrimiento de mis hermanos.
Espíritu Santo de amor, inspírame
palabras y gestos
para curar y para consolar.

Nos has bendecido, Señor,
con el don de la fe que sana y salva,
y en la que todo encuentra sentido.
Señor,
en momentos de duda y desconcierto,
cuando se imponen el dolor y el miedo,
o domina el sufrimiento,
aumenta nuestra fe
para descubrir tu amor entrañable,
tu misericordia que sana las heridas,
tu voluntad de conducirnos a la plenitud.
Señor,
que en cada acontecimiento de la vida,
en la salud o en la enfermedad,
en la alegría o en el llanto,
pasemos haciendo el bien,
siendo testigos de tu amor que salva.


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