Atrévete




«Jamás ha hablado nadie 
como ese hombre.» 
(Jn 7,40-53). 

Hubo quien despreció el origen humilde de Jesús
¿No es nuestra actitud prejuiciosa muchas veces con nuestros hermanos de la misma forma?
¿Puede salir algo bueno y noble de la gente sencilla?
Rotundamente SÍ.

Siempre me he preguntado qué tendrían las palabras de Jesús, como hablaría, cuál sería su tono de voz, su convicción al hablar de Dios y de la vida… para embelesar así a la gente.

Jesús habla el lenguaje del amor que llama a cambiar, a la conversión, a un mayor amor y a una esperanza más radiante.
Atrévete y únete a este lenguaje de amor



Jesús se ganaba el corazón de la gente con su palabra.
Con la palabra los apóstoles atrajeron a la Iglesia a todos los pueblos..

La vocación de ser testigo no es para la propia gloria sino la gloria de Dios..

¿Me dejo transformar por la Palabra de Dios, que corrige, sana y libera, o también la utilizo para justificar mis propias ideologías, mis manías o mis caprichos y, en definitiva, mi incapacidad de amar y ser amado?

¡Qué alegría estar aquí, en oración,
escuchándote a ti, Jesús!
Tus palabras me desvelan lo bonito
que es llamar a Dios como Padre.
Cuando hablas, me lleno de la fuerza
y de la frescura del Espíritu.
Tú nos dices cómo es el corazón de Dios.
Además, tus palabras son una llamada:
a cambiar, a la conversión, a un mayor amor,
a una esperanza más radiante.



Acompaña en tu oración de hoy al Señor en estos momentos previos a su Pasión; ponte en su lugar y pídele que Él también te acompañe en los momentos cruciales de tu vida donde se te pida un gesto de amor, aunque te duela, momentos para los que nunca acabamos de estar del todo preparados, pero ante los cuales nunca estaremos solos si dejamos al Señor estar a nuestro lado.
'Jamás ha hablado nadie como Jesús'.
Escuchémosle como María en el silencio de nuestra oración.
Con tan pocas palabras, nadie dijo nunca tanto como María.
María lo estuvo, lo acompañó hasta el final y también está dispuesta a acompañarnos a nosotros en el camino de la fe y de la vida, sin rehuir la cruz, dando la cara, como también hizo ella.
“Ahí tienes a tu Madre”.



Señor, también a mí me indigna la mentira, la injusticia, la violencia, la miseria...
Pero en demasiadas ocasiones soy miedoso y no me juego mi fama, no arriesgo mi comodidad, no comparto lo que debiera, para defender la verdad, la justicia y la paz, para luchar en favor de los más débiles.
Señor, aumenta mi confianza en ti, dame una confianza más grande que mi miedo y mi egoísmo. Y concédeme valor para dar la cara por ti, por tu Reino, por tus preferidos: los pobres y los que más sufren. Amén.



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