Prójimo, próximo
El día que amar se convierta en necesidad vital, ese día, encontraremos a Dios. Con todo el corazón, alma, mente y fuerza es algo que desconocemos. No solemos llevar al límite ninguna de nuestras capacidades. Vivimos con el freno de mano puesto, en el equilibrio y la moderación. Jesús nos anima a llenar de intensidad nuestros días.
Un maestro de la ley pregunta qué hacer para heredar la vida eterna, y después, quién es el prójimo. La respuesta de Jesús es clara. Primero poniendo el amor a Dios y al prójimo en el centro, y después aclarando que amar no son buenas intenciones, sino acciones.
«El que practicó la misericordia con él» La respuesta a la pregunta ¿Cuál es el testimonio que debemos dar? No podemos pasar por el lado del que sufre sin apenas mirarlo, y no es cuestión meramente económica, es mostrar que en la soledad, en la tristeza no están solos, son amados.
Dar tiempo, dar escucha, dar el tono a nuestras expresiones, puede ser bálsamo sanador para nuestros hermanos.
Eres prójimo si te acercas al que te necesita y eres capaz de cambiar tu camino, tu tiempo, tu proyecto para estar a su lado.
El prójimo eres tú... Si cargas con el necesitado, sabes que te necesita, lo cuidas y le dejas tu privilegio, tu 'cabalgadura', para que se sienta aliviado y con sosiego. Si lo llevas y acompañas a un lugar donde pueda ser acompañado, donde pueda recuperar su dignidad.
En un mundo herido como el nuestro, los cristianos estamos llamados a recoger a tantos como nuestra sociedad deja abandonados al borde del camino. Amar al prójimo, eso es amar al Señor
No se puede vivir con la excusa de "quién es mi prójimo" . Sabemos quién es nuestro prójimo y cómo practicar la misericordia con él. Si no lo hacemos es porque aún nos separa demasiada distancia del Señor. Al "sálvese quien pueda" tenemos que decir "soy tu hermano y te cuidaré".
No hay nada en la parábola del Buen Samaritano que cause espanto: la entendemos, la acogemos, la predicamos, hasta nos gusta. Lo que da vértigo es que, al final, el Maestro vuelve a decir: no, no es una historieta, ve y haz tú lo mismo.
El Señor no descarta a nadie; no pasa de largo ni se desentiende de nosotros. Se detiene a nuestro lado y cura nuestras heridas con el vino y el aceite de su amor.
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