Envíame.

 


"La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, 
al dueño de la mies que envíe obreros a su mies." 
(Lc 10,1-9)

Jesús envía a los discípulos a la misión con una tarea: prepararle el camino, dar testimonio de él y anunciar la buena nueva del reinado de Dios. Lleva en tu corazón la paz de Jesús y no dejes que las dificultades y hostilidades de la vida apaguen tu gran deseo de seguir a Jesús. 

Los setenta y dos representan todas las naciones conocidas del mundo. Y de dos en dos, indica San Gregorio Magno, para que se cumpliera el doble precepto de amar a Dios y al prójimo. Un envío y unas instrucciones en la misión, que son para nosotros hoy.

"La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies." Esa petición recorre todos los lugares y todas las épocas. Hacen falta manos generosas para tanta labor. Mientras haya seres humanos sin comida, sin dignidad, sin libertad, sin amor, hacen falta hermanos comprometidos y generosos. Detrás de muchos análisis, de muchos estudios y previsiones, lo que falta es cercanía y cariño para que nadie se sienta solo.

Hay mucha 'mies', muchos 'pies que lavar', muchos corazones que acompañar y a los que anunciar la Buena Noticia, que Dios les quiere y no los abandona. ¿Te apuntas a ser obrero de esta 'mies'?

Somos ungidos, llamados, enviados a ser sembradores del Evangelio. ¡VIVAMOS EL BAUTISMO A PLENITUD!


Envíame, Señor.
dónde Tú quieras,
 por dónde Tú quieras,
 y cuándo tú quieras.
Estoy en tus Manos.

Envíame sin temor, 
que estoy dispuesto.
Envíame, 
con tantos otros que, cada día,
convierten el mundo en milagro

La vida es siempre ir más allá de lo que somos. La vocación la encontramos dentro de nosotros. Dios nos ha dado dones y talentos y nos llama a desplegarlos en el servicio a los demás. Tenemos también conciencia clara de nuestras limitaciones, pero no estamos solos en el camino.

Anunciemos por tanto la paz que Dios ha venido a traernos hace más de 2000 años, pero que nosotros hemos de renovar todos los días; conseguir que todas las personas que nos rodean sientan en sí la redención que nos ha traído Cristo en el misterio de la Encarnación.

Nuestra misión, hoy como ayer, es ser mensajeros de la paz y bendición que para el hombre y el mundo actuales traen el anuncio y el testimonio de la salvación por Cristo.

 Cristo delegó su misión a los suyos, a nosotros, desde entonces evangelizar es la vocación de la Iglesia Él nos quiere disponibles, con la libertad de la pobreza para regalar los demás lo que tú nos das gratis. Libéranos, Señor, de tanto bagaje inútil que nos instala y entorpece en el anuncio del Reino, para que no perdamos el ritmo de la de la misión. 


 

 Envíame sin temor, que estoy dispuesto.
No me dejes tiempo para inventar excusas,
ni permitas que intente negociar contigo.
Envíame, que estoy dispuesto.
Pon en mi camino gentes, tierras, historias,
vidas heridas y sedientas de ti.
No admitas un no por respuesta

Envíame; a los míos y a los otros,
a los cercanos y a los extraños
a los que te conocen y a los que sólo te sueñan
y pon en mis manos tu tacto que cura.
en mis labios tu verbo que seduce;
en mis acciones tu humanidad que salva;
en mi fe la certeza de tu evangelio.

Envíame, con tantos otros que, cada día,
convierten el mundo en milagro.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj


 


 

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