“Dichosos”
La palabra alegría recorre las líneas del evangelio hoy. Alegría por la vuelta de los setenta y dos. Alegría porque los nombres están escritos en el cielo. Alegría en el Espíritu Santo. Alegría por ver lo que vemos y oímos. ¿Y aún dejamos espacio a la tristeza?
El amor es la fuerza y el poder que derrota a todos los enemigos, y el verdadero amor brota de Dios.
El pasaje evangélico de hoy, Jesús nos llama “dichosos”, regocijémonos en esa palabra que Él nos dice y hagámosla vida en nosotros, porque también nosotros hemos contemplado la misericordia que Dios nos tiene.
La verdadera alegría no está en nuestros logros, éxitos y conquistas. Nuestra alegría nace del amor que otros tienen hacia nosotros. El amor de Dios que nos creo, que nos pensó, que nos ha querido en este tiempo. El amor de las personas que nos acompañan en el camino de la vida, a veces durante un periodo limitado de tiempo, otras que lo hacen toda la vida, pero siempre haciéndonos sentir en casa.
Hoy más que nunca, nuestro testimonio de vida es una condición esencial para la eficacia de la misión. Debemos hacernos responsables del evangelio que proclamamos
La verdadera alegría es la que produce el encuentro con
Él. Es una alegría que se consolida en el corazón, que no es pasajera. Es la
alegría de saberse queridos de verdad. Somos diferentes pero Él nos quiere.
Hoy celebramos la memoria de santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, que entró aún muy joven en el monasterio de las Carmelitas Descalzas de Lisieux, en Francia, y llegó a ser maestra de santidad en Cristo. Enseñó el camino de la perfección cristiana por medio de la infancia espiritual y demostró una mística solicitud en bien de las almas y del incremento de la Iglesia.
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