Grita


"Convertíos, porque está cerca 
el reino 
de los cielos". 
 (Mt 3,1-12).

El Espíritu de Adviento nos invita a fructificar en prudencia y sabiduría. Aprendamos el arte de vivir, en armonía. ¡ES ADVIENTO!

El evangelio de este domingo nos presenta la figura austera de Juan el Bautista, con un llamado urgente a la conversión, el mensaje se puede concentrar en un grito:  
"Preparad 
el camino 
del Señor, allanad 
sus senderos".  El grito de Juan Bautista es de amor, como el de un padre que ve a su hijo arruinarse y le dice:  “¡No desperdicies 
tu vida!”. 
 Sintamos dirigido a nosotros el grito de amor de Juan el Bautista para que volvamos a Dios y no dejemos pasar este Adviento como los días del calendario, porque es un tiempo de gracia para nosotros, aquí y ahora.Ahora el Papa Francisco nos está gritando el mismo mensaje a los cristianos:  "Abrid caminos a Dios, 
volved a Jesús, acoged el Evangelio."

Estamos preparando un encuentro. Tenemos que dejar sitio para que se produzca. Debemos buscar tiempo para que no se nos pase el momento. Hay que abrir bien los ojos para descubrir su llegada y estar atentos. El encuentro es con Él, que viene, que se acerca.

Tenemos muy cerca al que es la razón de nuestra esperanza. Ya llega el que tiene capacidad de despertarnos de nuestros letargos y tristezas. Viene con alegría el que es capaz de llevarnos a la abundancia de vida que no nace de nuestros esfuerzos y planificaciones, sino de la acogida confiada de que se nos da todo lo que necesitamos para vivir. Preparemos el camino del que se acerca para decirnos que ya estamos salvados.

 

 

 

Bautiza mis sentidos

 
No amanezcas, Señor,

que todavía mis ojos
no aprendieron a verte
en medio de la noche.

No me hables, Señor,
que todavía mis oídos
no logran escucharte
en los ruidos de la vida.

No me abraces, Señor,
que todavía mi cuerpo
no percibe tu piel
en los saludos y la brisa.

No me endulces, Señor,
que todavía mi garganta
no saborea tu ternura
en medio de lo amargo.

No me perfumes, Señor,
que todavía mi olfato
no huele tu presencia
en el olor de la miseria.

¡Bautiza mis sentidos
con el lento discurrir
de tu gracia encarnada
fluyendo por mi cuerpo!

(Benjamín González Buelta, sj)
 
 

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