En lo pequeño




“El Reino de los cielos 
se parece a un grano e mostaza” 
(Mt 13,31)
“El Reino de los cielos 
se parece a la levadura” 
(Mt 13, 33).

Las cosas grandes nacen de pequeñas semillas como un grano de mostaza.
La humildad es el secreto para que crezcan.

Está en lo pequeño, en lo escondido.
Se siente en la entrega cotidiana de la vida, en los gestos de cariño, en el trabajo bien hecho.
El Reino de Dios está sembrado en el corazón del hombre.

Frente a lo grandioso, lo pequeño.
Frente a lo llamativo, lo invisible.
Frente a lo pretencioso, lo humilde.
Frente a lo útil, lo que no cuenta.
Frente a lo pomposo, lo sencillo.
Y aún nos resistimos.

La oración transforma el corazón.
Lo prepara para la siembra, hace crecer el bien, lo limpia de maleza.
Nos moldea poco a poco a imagen de Jesús.

Jesús habla de la presencia del Reino como algo insignificante y escondido, pero lleva dentro una fuerza transformadora, que ha prendido ya en la historia, y su crecimiento es irreversible. 
¿Has mirado alguna vez, lo pequeño, con los ojos de Jesús?

Abre mis ojos, Señor, para percibir tu Reino en todo los que me rodea, en todo lo que me acontece porque todo lo real está habitado por tu amor. 





Señor, tengo entre mis dedos un grano de mostaza
Es pequeño, como una cabeza de alfiler.
Parece insignificante.
Si se hubiese perdido,
nadie habría hecho problema.
nadie se habría enterado.



Es pequeño. Parece insignificante.
Descubierto en el suelo,
es más fácil pisarlo que admirarse,
más fácil despreciarlo
que recogerlo como un pequeño tesoro.
Es pequeño. Parece insignificante.

Aquí está, en mi mano.
Solo.
Sin embargo, bajo su piel tostada
encierra un secreto de vida.
En él hay un gran árbol dormido,
en el que las aves podrán anidar
y cuidar a sus polluelos.

Si cada uno sembramos nuestro grano,
junto al del hermano…
tendremos muchos árboles,
un gran bosque que acogerá a una multitud de animales.

Señor,
¿Y si este grano fuera el último que queda en el planeta,
y yo el único responsable de cuidarlo?
¿Y si éste fuese el último grano de mostaza que yo podré sembrar?
¿Qué voy a hacer con este grano?
¿Qué esperas de mí, Señor? ¡Di!
¿Lo encerraré en la urna de un empolvado museo,
etiquetado con su nombre científico?
¿Lo ofreceré como alimento a un pájaro o a una hormiga?
¿Lo enterraré, mientras mi corazón reza por su futuro?
¿Lo sembraré?

Sí. Lo importante es sembrar.
Y confiar en la tierra que lo acoge
y en Ti, Señor, que lo harás crecer.
Sin que yo sepa cómo,
tu fuerza lo convertirá en un árbol precioso.

Señor, el grano de mostaza que acojo en el cuenco de mi mano
es mi sonrisa, mi tiempo, mi trabajo, mi alegría, mi fe, mi vida, mi amor.
Señor, dame generosidad para sembrar, para sembrarme.
Dame paciencia, confianza y fe, para esperar los mejores frutos.
Amén.

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