Convertir mi vida en pan



“Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron”. 
(Jn 6, 1-15).

CINCO PANES Y DOS PECES
Es lo único que tengo, te lo ofrezco sin dobleces.
Cinco panes y dos peces.
No es mucho, pero lo multiplicarás con creces.
Cinco panes y dos peces.
Confiaré en ti, Señor, como he hecho otras veces.
Cinco panes y dos peces.

La gratitud es fuente de abundancia y bendición.
Agradece lo que recibes, reconoce que todo es don de Dios y ha de ser para todos.
Esto supone un compromiso: compartir.
Que a nadie le sobre para que a nadie le falte.

Lo que se da, se expande.
Lo que se retiene, se contrae.
El corazón generoso acrecienta y enriquece el espíritu.
Quien acumula para sí egoístamente, desarrolla un espíritu raquítico y pobre.

-¿Y si ponemos cada uno al servicio de los demás lo que poco o mucho que somos o tenemos?
-¡Uf! La liábamos.




Convertir mi vida en pan

Tomar mi vida para que la conviertas en pan.
Tomar mi vida para poder dártela.
Tomar mi vida para repetir aquel gesto tuyo
y ponerme a los pies de la humanidad.
Tomar mi vida para devolverte lo que en mí sembraste.

Partirme para no quedar encerrado y aislado.
Partirme vaciándome y así poder ser.
Partirme celebrando en memoria tuya.
Partirme para que no se haga mi voluntad.
Partirme para desplegarme en tu abundancia.

Repartirme en nuevos sentidos que nunca vi.
Repartirme en los demás y descubrirme cada vez más encendido.
Repartirme sin retener ni especular.
Repartirme hasta esa tierra donde mana leche y miel.
Camino a Jerusalén y cerca de la otra orilla.


(Marcos Alemán, sj)


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