La verdadera autoridad.

 


“¿Con qué autoridad haces esto?”. 

(Mc 11, 27-33)


Qué importantes son los gestos de bondad, misericordia y amor; producen espontáneamente reacciones y sentimientos positivos. Se dice que “un gesto vale por mil palabras”.  Es la evangelización más convincente. El mundo de hoy necesita testigos. No te canses de hacer el bien. No aspires a privilegios.

"Quien quiera ser grande, sea vuestro servidor y quien quiera ser primero, sea esclavo de todos".

Nuestra autoridad está en amar y hacer el bien. Ojalá hoy puedan decir de nosotros lo que decían de los cristianos del siglo primero: “Mirad cómo se aman”. La única autoridad que legitima a una persona con una responsabilidad pública es la que viene avalada por la entrega a las personas. Lo demás, como que no.

La palabra autoridad tiene una raíz latina qué significa hacer crecer. Quien ejerce autoridad no busca imponerse, aceptación o reconocimiento. Esos son características del poder. La autoridad se muestra en la coherencia de vida. Jesús es el modelo a imitar. No le hagamos trampas a Jesús, no busquemos recovecos a su mensaje. Él es directo: llama. Él no se esconde: se acerca. Él nos mira a la cara, nos conoce. Él invita a la mesa. Su autoridad es la cercanía y la verdad de su vida, su fidelidad y su entrega.

Señor, el Evangelio nos ofrece hoy tu admirable sabiduría: no hay quien te haga caer en la trampa de la dialéctica humana.

Tus respuestas nunca son para vencer, sino para que conozcan la verdad de tu autoridad y de la salvación que ofreces a quien quiera escucharte con los oídos limpios y la mente y el corazón abiertos y sin prejuicios 


 

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