Dar frutos
“El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante”.
(Jn 15, 1-8).
Es tiempo de dar frutos. ¡Cristo ha resucitado!
"Yo
soy la vid vosotros los sarmientos"
El sarmiento lejos de la vid solo sirve para quemarlo, no da vida, no
da fruto.
Nosotros estamos junto al Maestro y nuestra vida dará testimonio si nos hacemos
uno con Él, aprendiendo como discípulos.
El fruto no es del sarmiento sino de la vid.
El sarmiento que se olvida de la vid no da fruto, se seca.
Es la permanencia en la vid, la unión a ella, lo que posibilita la maduración
del fruto, la generosidad y la grandeza del mismo.
¡Qué alivio saber que el único requisito para formar parte de la familia de
Dios es engancharse a Cristo como el “sarmiento a la vid”! La vida del
discípulo es eso, dejar que la savia de Cristo corra por nuestras venas para
dar frutos de autenticidad, es decir, frutos de misericordia de Dios, de perdón
y reconciliación, así recibe gloria nuestro Padre Dios, nos dice Jesús.
Señor, yo sé que no puedo vivir sin estar
unido a ti.
Y tú, a pesar de que no nos necesita, no quiere prescindir de nosotros
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