Conocer.
"Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo".
(Jn 17, 1-11ª).
Conocer un poco más a Dios, y conocernos a nosotros, es el
objetivo de cada día. Y no sólo de forma intelectual, racional, datos,
estadísticas, fórmulas. Sino afectivamente. "Te conocía de oídas",
dice Job, "pero ahora te han visto mis ojos". Ese es el conocimiento
que nos vuelve eternos.
La vida eterna es el conocimiento del Dios verdadero, y de su enviado
Jesucristo. Un conocer que no es aprender grandes lecciones o ser una persona
culta. Conocer es tener la experiencia de encuentro en lo más profundo e
íntimo, de un Dios que es Amor y nos ama.
La vida eterna es conocer a Dios, es saborear su amor, es gustar de su
presencia, es dejarse conducir por Él, es amarle con todo el corazón, es
ofrecerle todo lo que somos, todo lo que Él nos ha dado. Esta vida empieza en
la medid en que avancemos en este conocimiento.
Jesús dedicó su vida a ofrecer a las personas la vida, la vida eterna. Jesús
nació, predicó, curó, sufrió, murió y resucitó para dar a conocer el amor del
Padre. Los cristianos estamos llamados a hacer lo mismo, a gritar con nuestras
obras y palabras que Dios nos ama y que en Él podemos ser plenamente felices.
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