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Un poquito de fe




“Si tu hermano te ofende siete veces en un día, y siete veces 
vuelve a decirte. ‘lo siento’, 
lo perdonarás” 
(Lc 17,4)

La comunidad cristiana aparece como una comunidad de pecadores que experimentan la proximidad y la acogida de Dios en el perdón fraterno.
 Jesús te anima a perdonar sin límites al hermano, el perdón dado y recibido pacifica el corazón y despierta tu capacidad de amar. 

¿Qué actitudes ayudan a crear comunidad?
La honestidad y coherencia de cada persona.
Comunicación profunda.
Saber perdonar y pedir perdón.
Generosidad.
No buscar protagonismo.
Respeto a la diversidad.
Alimentar la fe común.

¿Por qué me enfado tanto cuando los demás no responden como yo quiero, y no se cumplen mis expectativas?
¿Por qué no acepto que cada cual lleva su camino, que la libertad es sagrada, que no puedo controlarlo todo?
Señor, dame santa humildad.
'Es imposible que no haya escándalos...'
Tiempo de pedir una fe recia, fuerte para reparar, curar, sanar...
Tiempo de pedir perdón y aceptar el perdón. 

"Si tu hermano te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: «lo siento», lo perdonarás".

Si hiero a otros,
dame la fuerza para pedir perdón.
Si otros me hieren,
dame la fuerza para perdonar

Que grande es la fe y la confianza en nuestro Padre.
Con ella podemos hacer grandes cosas y sobretodo con la fe y la confianza se nos llena el corazón de paz y Alegría

Padre del Cielo buscamos seguirte y amarte pero te suplicamos auméntanos la fe.

"Señor, auméntanos la fe"
¡Auméntamela, Señor!
En los momentos de dudas, auméntanos la fe.

Cuando nos sentimos abandonados, auméntanos la fe.
En las horas más oscuras, auméntanos la fe.
Si estamos desorientados, auméntanos la fe.

Que nuestros labios no se cansen de pedir todos los días, a cada momento "esa pizca de fe" que nos mantenga en lucha para afrontar nuestra vida con la serena certeza de que contamos con la presencia, la compañía del amor y de la misericordia de Dios.

Necesitamos pedirle al Señor que “aumente nuestra fe”.

Porque solo la fe es capaz de despertar el amor que perdona.
Porque solo la fe es capaz de restañar las heridas mediante el amor.
Porque solo la fe es capaz de hacernos sobreponer a las ofensas que hemos recibido.
Porque solo la fe nos hace capaces de comprender la debilidad de nuestros hermanos.
Porque solo la fe nos hace capaces de vernos como hermanos a pesar de nuestras debilidades u ofensas mutuas.


El amor que perdona es ese hilo de oro capaz de reconstruir la vasija de nuestra comunidad y hacerla más bella y hermosa que antes.
Porque el perdón recrea y reconstruye.

El dolor más lacerante de María son tus pecados.
María de Nazaret en tus manos pongo hoy mi "me arrepiento", llévalo tú, sabes dónde...
Tu escuela es la de la fe y el perdón.
¡Enséñanos en ella!

Aumenta mi fe, Señor, fortalece mi confianza en Ti, que mi vida se arraigue en tu Palabra de Vida. 
Señor, no nos dejes caer en el "ojo por ojo" o en el "diente por diente";
no permitas que me deje llevar por la rabia o por los deseos de venganza.
Ayúdame a seguir amando a quién se equivoca, a quien me hace daño;
Dame sabiduría para convertir el dolor en compasión afectiva y efectiva.

Enséñame a rezar por las personas que me han herido con sus palabras y obras;
a corregir sin humillar, por amor, con delicadeza, buscando el bien del otro.
Dame amor para no criticar a la espalda, para corregir a la cara, a solas.
Si no me hace caso, que no me dé por vencido y busque la ayuda de otras personas y de la comunidad.
Y si, ni aún así, no se corrige, dame la paz del que hace todo lo posible para solucionar un problema.
Señor, dame amor para corregir a quién se equivoca
y mucha humildad para dejarme corregir cuando me equivoco yo.


Te he encontrado en muchos sitios, Señor.
He escuchado el latido de tu corazón en la tranquilidad perfecta de los campos,
en el sagrario de una catedral vacía,
en la unidad de mente y corazón de una asamblea de personas que te quieren.
Te he encontrado en el gozo, donde a menudo te busco.
En el dolor, te encuentro siempre,
pues el dolor es como el repique de la campana que me llama a rezar.
Señor, te he encontrado en la terrible magnitud del dolor de los demás.
Te he visto en la sublime aceptación y en la inexplicable alegría de los que sufren.
En cambio, no he logrado encontrarte en mis pequeños males
en mis estúpidos disgustos, en contratiempos insignificantes.
En mi cansancio, he dejado pasar inútilmente tu amor, tu entrega y la vitalidad gozosa de tu pascua,
que queda sofocada por pensar en mí más que en Ti
Señor, yo creo. Pero aumenta mi fe.


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