“Ella, que pasa necesidad,
ha echado todo
lo que tenía
para vivir”
(Lc 21,1-4)
La viuda del evangelio de hoy va más allá de la Ley.
En su generosidad no sólo da todo lo que tiene; ella sólo
tiene lo que ha entregado.
Los pobres con frecuencia saben bien cómo dar, porque saben
lo que significa ser pobres y dependientes; saben cómo vivir en las manos
de Dios.
La limosna de la viuda cautiva los ojos de Jesús que miran
en profundidad las opciones del corazón y se admira de su gesto de total
gratuidad, con ello nos enseña a mirar los acontecimientos con otra luz.
La medida está en el corazón, en la intención y en la
discreción: que la mano izquierda no
sepa lo que hace tu derecha
- Señor, ayúdame a ser generoso
Podemos amar porque somos amados.
Todo amor viene de Dios.
El amor nos impulsa a darlo todo, a buscar siempre el bien,
a perdonar sin medida, a confiar sin medida.
Somos cauces por donde fluye el asombroso, inmenso,
maravilloso amor de Dios.
Con palabras de San Juan de Dios:
'Hermanos haceos bien a vosotros mismos'.
Demos de la limosna que nos duele, de lo que necesitamos.
El amor no consiste en dar, sino en darnos nosotros mismos
en aquello que damos.
No hay mayor amor que darse por entero, ofreciéndolo todo.
Dar o darse.
Dos pequeñas letras que marcan una gran diferencia.
María, al enviudar, entregó a San José a Dios, y sigue
entregando a todos sus hijos.
Nosotros somos su óbolo.
María, bendita
limosna de Dios al hombre y limosnera nuestra para Dios.
¡Te necesitamos
Madre!
Gracias, Señor, por
los pequeños, por los humildes, por los pobres
¡Cuánto puedo
aprender de ellos!
¡Cuánta generosidad
en quienes no tienen nada!
Solo te tienen a
ti, por eso les sobra todo lo demás.
Que mi único bien
seas tú, Señor.
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