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Déjale entrar



“Reunirá a sus elegidos 
de los cuatro vientos”. 
(Mc 13, 24-32). 

La paradoja de nuestro mundo: casas grandes, familias pequeñas.
Muchos estudios, menos sentido común.
Medicina avanzada, salud precaria.
El mundo es conocido, los vecinos son ignorados.
Alto rendimiento, menos felicidad.
Agendas llenas, menos tiempo para amar.

La vida pasa, es sólo un aliento.
Venimos a este mundo sin traer nada, lo dejaremos sin llevar nada.
Debería haber por tanto más tiempo para las cosas que realmente importan: familiares, amigos, Dios, la vida.
Amemos más, perdonemos más, hagamos el bien, seamos más felices.

“Allí donde esté tu gozo, estará el tesoro de tu vida.
Allí donde esté el tesoro de tu vida estará tu corazón.
Allí donde esté tu corazón estará tu felicidad.” 
(San Agustín)

Tanto quien, en nombre de la religión, se siente llamado a anunciar el fin inminente del mundo, como quien, en nombre del mundo, se siente llamado a anunciar el inminente fin de la religión, están equivocados, y vez por vez los hechos demuestran lo infundado de sus previsiones.

Perseverad hasta el final.
Manteneos firmes en la fe.
El reino de Dios está cerca. La tierra gime con dolores de parto.
Pronto nacerá un cielo nuevo, una tierra nueva.
El sufrimiento, la injusticia, la muerte, habrán pasado.

No te cierres ante el dolor del hermano.
Pon tu grano de arena para aliviar el sufrimiento injusto de los pobres.
Alimenta su esperanza con gestos solidarios.
Pon todo el amor en cada uno de esos gestos que son semilla de un reino nuevo.
Confía.

Jesús nos advierte de que las cosas en el futuro pueden cambiar y que debemos estar preparados.
Vivamos los cambios como una oportunidad, pero siempre con Él como centro de nuestra vida.

¿Miedo yo?
¿A qué?
¡Sé de quién me he fiado, el que me protege!
Mi nombre está, no solamente escrito en las palmas de sus manos, sino también en su 'Libro de la Vida! 

Cuando alguien nos ama, se acerca a nosotros, nos ayuda, nos da lo mejor, no nos abandona.
Así es Dios con nosotros. 
Se acercó al hombre haciéndose hombre, nos dio lo mejor, a su Hijo Jesús, que se ofreció por nosotros. 
Y no nos abandona. 
Felices, bienaventurados, Dios nos ama.

TUS PALABRAS NO PASARÁN 

Habrá truenos y rayos,
pero tus palabras no pasarán.
Llegarán largas noches y días aciagos,
pero tus palabras no pasarán.
Parecerá que todo ha fracasado,
pero tus palabras no pasarán.
No pasarán
porque eres un Dios
del hombre enamorado.



Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios, para que tú abras nuestros ojos y corazón, teniéndolo siempre a punto, siempre presto, por tu intercesión, a la venida de nuestro Señor.

Jesús llama a tu puerta. 
Toca en tu corazón.
No te fuerza.
No hay pomo en su lado.
Tú decides desde tu libertad.

Déjale entrar.
Deja que habite en tu vida.
La puerta se abre desde dentro y hacia el interior.


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