“Cuando des un banquete
invita a los pobres...”
(Lc
14, 13)
"Dadme esta
alegría:
Manteneos unánimes y concordes, con un mismo amor y un mismo sentir. No
obréis por envidia ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad."
(Fp 2,1-4)
Pues, sólo la concordia y la comunión nos devolverán una
alegría sana, auténtica, fraterna y sosegada.
Nacimos de la Comunión y sólo descansaremos en ella.
(Lc
14, 13)
La propuesta de Jesús es claramente subversiva.
En su tiempo, los enfermos y los lisiados estaban
excluidos no sólo de la vida social sino también del Templo.
Frente al interés personal, Jesús proclama que la
generosidad con los pobres, sin esperar ser correspondido, es uno de los
valores del reino.
En el Reino: grande es el que sirve; vive el que muere
así mismo; rico es el que se desprende de todo para ser colmado con lo que
recibe y acoge.
Es la revolución del Evangelio: Dios nos ha llamado
gratuitamente y nuestra vida tiene que convertirse en parábola de esa
gratuidad.
En el Reino de Dios y en nuestras vidas debe haber sitio
prioritario para los que más lo necesitan, como una opción de vida
preferencial.
Identifiquémonos con los pobres, lisiados, cojos y
ciegos, a los que el Señor, por pura gracia, ha invitado a participar en el
Banquete de su Reino.
Esta tendencia es de todos los tiempos y culturas, por lo
tanto también tuya.
Dichoso serás si tienes un corazón generoso.
Abre tu puerta al pobre.
Crece, pero en humildad, sabiduría, bondad...
Madura, pero en amor, compasión, misericordia...
Fortalécete pero en la fe y la esperanza.
Vive cada vez más para amar y servir.
Hacer las cosas desde la gratuidad, sin esperar
respuesta, es un reto en una cultura básicamente egocéntrica.
Dar y darnos, de tal manera que se conozca al Amor a
través de nuestro amor.
Un amor desinteresado, gratuito, altruista,...
Jesús, libra a esta humanidad de tanto cálculo mercantil
y pon en nuestro corazón la gratuidad que brota del roce y amistad contigo.
Hoy celebramos a Santa
Ángela de la Cruz (1846-1932) situada en el misterio de Jesús en calvario,
su vida fue entrega pobre y humilde a todos los crucificados de este mundo.
Señor, enséñame a ser como tú: desprendido, generoso,
desinteresado.
Para que mi vida te agrade y sea feliz.
Señor, Tú amor es siempre gratuito.
Invitas a tu mesa a todas las personas,
cultas e incultas, sanas y enfermas,
ricos y pobres, buenas y malas.
Me has invitado a mí, sin ningún mérito,
gratuitamente, sin buscar nada a cambio;
pues nada mío puede enriquecerte.
Nos abres de par en par las puertas de tu casa,
nos ofreces el regalo de tu amistad,
en tu Palabra, nos has revelado tus secretos,
compartes con nosotros tu Espíritu,
nos reservas un puesto en tu mesa
alimentas con tu amor nuestras hambres
y nos brindas una alegría nueva y eterna.
Sólo por amor. Todo por amor. Gracias, Señor.
Ayúdanos a ser gratuitos en nuestras relaciones,
a ir más allá de los sentimientos y del propio interés;
a abrir nuestro corazón y nuestra mesa
a los amigos y a la familia, por supuesto,
pero también a los que no podrán pagarnos,
a los pequeños, a los pobres, a los que están solos,
a los más necesitados, aunque no siempre lo merezcan.
Purifícanos y haznos parecidos a ti, Señor,
ayúdanos a amar gratuitamente, como Tú,
para entrar de lleno en el camino del Evangelio,
para gozar de la felicidad más grande. Amén
Invitas a tu mesa a todas las personas,
cultas e incultas, sanas y enfermas,
ricos y pobres, buenas y malas.
Me has invitado a mí, sin ningún mérito,
gratuitamente, sin buscar nada a cambio;
pues nada mío puede enriquecerte.
Nos abres de par en par las puertas de tu casa,
nos ofreces el regalo de tu amistad,
en tu Palabra, nos has revelado tus secretos,
compartes con nosotros tu Espíritu,
nos reservas un puesto en tu mesa
alimentas con tu amor nuestras hambres
y nos brindas una alegría nueva y eterna.
Sólo por amor. Todo por amor. Gracias, Señor.
Ayúdanos a ser gratuitos en nuestras relaciones,
a ir más allá de los sentimientos y del propio interés;
a abrir nuestro corazón y nuestra mesa
a los amigos y a la familia, por supuesto,
pero también a los que no podrán pagarnos,
a los pequeños, a los pobres, a los que están solos,
a los más necesitados, aunque no siempre lo merezcan.
Purifícanos y haznos parecidos a ti, Señor,
ayúdanos a amar gratuitamente, como Tú,
para entrar de lleno en el camino del Evangelio,
para gozar de la felicidad más grande. Amén
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