Los invitados de Dios
Algunos consideran la religión como una imposición cultural o social. No es así, al menos en el cristianismo: en su esencia está una invitación a una boda. Podemos rechazar la invitación, aunque tal decisión tenga sus consecuencias. Aceptarla le da a la vida un aire más festivo.
Así es la relación con Dios, como una boda a la que hemos sido invitados. Él invita, la boda está preparada. No podemos decir que no, estamos invitados a un evento, un encuentro de amor, nada de reproches ni de tristeza. Algunos le dicen que no pero Él insiste. Tenemos sitio. «La boda está preparada». Comencemos a buscar nuestro mejor vestido, nuestro mejor traje, Él nos espera.
"Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos."
La llamada que nos hace Dios a vivir y a colaborar en su proyecto es universal e irreversible. Nunca deja de llamarnos aunque nuestra respuesta no sea inmediata. No se decepciona de nuestras indiferencias y olvidos. Es tan grande su ilusión en que vayamos al banquete de bodas preparado desde toda la eternidad, que si no entramos Él nos seguirá esperando e invitando. Hasta que nuestro corazón.
Sintamos la alegría de “ser los invitados de Dios”.
No seamos de los que siempre se refugian en las “excusas”.
No seamos de los que estando en la fiesta, no la vivimos.
Necesitamos tener alma de fiesta.
Corazón de fiesta. Vida de fiesta.
Esa es la Iglesia, “banquete de las bodas de Jesús”.
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