Comunión
Jesucristo es el pan de vida; más aún, es el pan vivo. Quien lo coma vivirá para siempre; es decir, quien se adhiera a Él, quien se identifique con Él, quien viva con los valores que él vivió, quien sea una sola cosa con él entonces correrá su misma suerte: su vida no tendrá fin.
Una relación con Él basada en la escucha, el encuentro, conocernos, en el amor, la comprensión, la misericordia, la fe. Fuera críticas, señalar con el dedo, dudas y miedos. Él es el verdadero alimento, pan, que da la vida eterna, la felicidad.
Jesús es el pan que ha bajado del cielo. El pan de la vida. El que se entrega para que el hombre coma de él y no muera. El pan que se da por la vida del mundo. Un pan que comemos por pura gracia de Dios. El que nos alimenta para que creamos y tengamos vida en nosotros.
"Escuchar y aprender de Él", esta es la propuesta, no escuchar a nadie más, hacer de Él guía, compañero, amigo, Señor, de nuestra vida. Su Palabra es para siempre, su Palabra es eterna. Es su Palabra la que nos conduce a Él. Nadie nos 'alimenta' como Él, nadie nos da vida como Él, nadie nos llena de sentido como Él, nadie se parte para todos como Él.
En la eucaristía no solo recibimos a Jesucristo, sino que también Él nos recibe, y permanece en nosotros. Si lo tenemos a Él, aún no poseamos nada, lo tenemos todo; y si tuviéramos todo, pero sin Él; no tenemos nada.
Virutas de comunión
Compartir el pan,
la brisa y lo vivido.
Liberar al tiempo del agobio de la prisa
y al dinero de la manía de la posesión.
Pensar más en el otro que en lo mío.
Dejarse desnudar por lo inaudito.
Unirse a cada hombre en la desgracia.
Sentar a la abundancia frente a la escasez
y a la apariencia junto a lo que soy.
Que cada diálogo dé a luz un nuevo sentir
y cada beso resucite un trozo de la piel.
Que cada pérdida me empuje a ir más lejos
y cada desalojo me suba a un nuevo tren.
Que en la noche brille el ser de todo lo creado
y en mi no saber, le deje a Dios nacer resucitado.
(Seve Lázaro, sj)
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