Dásela, tu vida
(Jn 12. 24-26).
Jesús se mueve en la paradoja. Morir para ser fecundos. Amarse a sí mismo es perderse. Aborrecerse en guardarse para la vida eterna. Seguirlo es servirlo. Una propuesta que corre el riesgo de ser malinterpretada. Jesús dice lo que dice con claridad.
La realidad de nuestra vida conlleva no pocas paradojas. La más evidente es esta: "vivir egoístamente es perder la vida". Hoy hacemos oídos sordos a esta advertencia, con lo que abundan los egoístas con las manos y el corazón vacíos. Pero no aprendemos. Solo aquellos que están dispuestos a perderlo todo encontrarán lo que realmente vale la pena. Servir, amar, darse, acompañar, cuidar, anunciar… como Él. No hay otra manera de responder a su llamada, a su proyecto. El servicio como la expresión mejor y única del amor a Él y a los hermanos.
Una llamada a abandonar todo lo
que consideramos valioso, a morir para poder vivir. Es un mensaje de esperanza,
pero una esperanza teñida con la sangre del sacrificio como el de San Lorenzo.
Solo aquellos que están dispuestos a perderlo todo encontrarán lo que realmente
vale la pena.
Jesús tiene muy clara su
apuesta: amar la vida hasta perderla.
Y nosotros, ¿amamos o guardamos nuestra
vida?
¿Cuándo aprenderé, Dios mío,
a hacer de mi vida una
ofrenda a Ti y a mis hermanos?
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