Insiste
“Con amor eterno te amé”. Solo basta experimentar lo que dice el profeta Jeremías (31,1-7) en la primera lectura de hoy para levantar el ánimo cuando nos sentimos poco queridos o sin amor: todo pasará menos el amor de Dios por nosotros. Porque su amor por cada uno de nosotros no tiene fin. Ahora solo falta creerlo.
La mujer extranjera le insiste para que Jesús cure a su hija. Jesús en principio es reacio. Ella insiste. Esta es la fe, insistir, perseverar, proponer, llamar, desear que sea Él quien nos encuentre y nos cure. La fe grande es la que no desespera e insiste.
“Ten compasión de mi, Señor, Hijo de David”. Una oración que podemos hacer nuestra. Necesitamos de la compasión del Señor para afianzar nuestra fe. Así se hará su voluntad en nosotros.
"También los perrillos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos" La humildad, tan devaluada actualmente, es el distintivo del seguidor de Jesús. El Maestro no desaprovecha la oportunidad de alabar esta virtud. Cuando las circunstancias o las personas pisotean el amor propio, sólo el humilde sabe reaccionar de la forma más humana y cristiana.
El pueblo elegido
Qué satisfechos van
los habitantes del pueblo elegido.
Miran, con discreto regocijo,
a quien no tiene acceso
al ala de los favoritos.
No es de los nuestros, piensan.
Con fingida humildad
agradecen a Dios
haber escogido
a los buenos.
De vez en cuando
aleccionan a esos parias
de otras tierras.
Habrías podido estar aquí.
Sólo tenías que ser como yo.
Quizás aún espera,
en su camino,
una cananea
para contarles
que un día Jesús le guiñó el ojo
al abrirle la puerta del Reino.
Y esos guardianes de las esencias
comprenderán, al fin,
en qué consiste el amor.
(José María R. Olaizola, SJ)
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