La escucha
“Sólo una cosa es necesaria”
(Lc 10, 42).
Jesús, dejando de lado las normas culturales judías, se
hospeda en la casa de dos mujeres:
Marta le sirve y María, sentada a sus pies,
le escucha.
Jesús enseña a estas mujeres amigas, que sólo una cosa debe
preocupar a todos cuantos quieran seguirle: escuchar su Palabra.
La escucha es la primera manifestación de la acogida.
La mirada profunda y atenta que sabe ver más allá de las
palabras y de las apariencias
Levántate del vértigo de la vida, de las prisas y urgencias
cotidianas.
Siéntate a los pies de aquellos a quienes has de servir.
Contempla.
Contempla esta escena llena de belleza, ternura y novedad.
Señor, que en todo momento esté atento a lo que deseas de
mí.
Abre los oídos de mi corazón.
Que los afanes de la vida
no apaguen el deseo hondo de
escuchar tu Palabra de vida.
Tú haces nuevas todas las cosas.
Sácanos de nuestras casillas
A tu madre y tus
hermanos les dijiste que madre y hermanos son quienes cumplen la palabra.
A Pedro le reprochaste, con palabras duras, no comprender la cruz.
A Santiago y Juan les recordaste que los jefes deben servir.
Al joven rico le revelaste que se estaba convirtiendo en un pobre hombre.
A los cargados de justicia les desafiaste a que tirasen la primera piedra.
Al condenado le diste otra oportunidad.
Invitaste a tu banquete a quienes no tenían sitio en ninguna mesa
A Marta, llena de afán y de prisa, la invitas a sentarse y escuchar tu palabra.
¿Qué le dirás a María, Señor?
A Pedro le reprochaste, con palabras duras, no comprender la cruz.
A Santiago y Juan les recordaste que los jefes deben servir.
Al joven rico le revelaste que se estaba convirtiendo en un pobre hombre.
A los cargados de justicia les desafiaste a que tirasen la primera piedra.
Al condenado le diste otra oportunidad.
Invitaste a tu banquete a quienes no tenían sitio en ninguna mesa
A Marta, llena de afán y de prisa, la invitas a sentarse y escuchar tu palabra.
¿Qué le dirás a María, Señor?
Tal vez que se ponga
en pie y ayude.
Porque tú nos sacas del terreno familiar,
y nos abres la puerta de lo nuevo.
Tú, Señor, que siempre nos desinstalas.
Sigue sacándonos de rutinas y certidumbres,
de méritos y medallas,
de seguridades y justificaciones
para descolocarnos con tu evangelio,
una vez más, hoy y siempre.
(José María R. Olaizola, sj)
Porque tú nos sacas del terreno familiar,
y nos abres la puerta de lo nuevo.
Tú, Señor, que siempre nos desinstalas.
Sigue sacándonos de rutinas y certidumbres,
de méritos y medallas,
de seguridades y justificaciones
para descolocarnos con tu evangelio,
una vez más, hoy y siempre.
(José María R. Olaizola, sj)
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