La decisión
“Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén”
(Lc 9,51)
Jesús toma decisiones que no son bien comprendidas ni por
los samaritanos ni por los discípulos.
Jesús, el Siervo del Amor, está decidido
a ir a Jerusalén, donde le espera la cruz.
Quiere que el Plan del Padre se
cumpla plenamente en él, a través de su Pascua.
Aprende de Jesús que en el camino encuentra hostilidad y
rechazo por parte de unos y expectativas de un mesianismo espectacular y
poderoso por parte de otros.
Su actitud es siempre de misericordia y no destrucción.
“Señor danos tu Espíritu de amor,
para que curemos el egoísmo con generosidad
para que curemos el egoísmo con generosidad
venzamos la mentira con la verdad,
ganemos al orgullo con humildad
y superemos la guerra con la paz”
Dios está con nosotros, se preocupa de nosotros, desea
nuestra santidad y perfección, está siempre cercano y dispuesto.
Y guía y corrige nuestras malas pasiones, como hizo con
Santiago y Juan.
¡Gracias, Señor, por ayudarnos a ser siempre mejores!
¡Gracias por iluminar nuestra oscuridad y pecado!
¡Gracias por
corregirnos con inmenso amor y ternura!
¡No estamos nunca solos!
Quiero ir contigo, Jesús.
Hazme instrumento de tu paz.
Que donde haya discordia siembre yo el amor.
Quiero tener una mirada como la tuya, Señor
A no dejarme llevar por mis juicios,
interesados, duros y excesivamente crueles.
A observar, no tanto los aspectos negativos,
cuanto la bondad y lo noble de los que me rodean.
Ayúdame a mirar como Tú, Señor.
A no conspirar ni levantar castillos
en las ruinas sufrientes de tantos hermanos.
A no señalar defectos e historias pasadas
que, entre otras cosas,
sólo sirven para causar sensación o daño.
Ayúdame a mirar como Tú, Señor.
A ser prudente, como Tú lo fuiste
con aquella mujer, que adulterada en su vida,
comenzó otra vida nueva
ante tu forma de mirarle y corregirle.
Ayúdame a mirar como Tú, Señor.
A ver el lado bueno de las personas.
A no recrearme con el sufrimiento ajeno.
A no ser altavoz de calumnias y mentiras.
A ser persona y no jugar a ser juez.
Ayúdame a mirar como Tú, Señor.
A no manipular ni airear
las cruces de las personas que las soportan.
A no enjuiciar ni condenar
los defectos de tantos próximos a mi vida.
A no hacer estandarte ni burla
de los que están hundidos en sus miserias.
Ayúdame a mirar como Tú, Señor.
Para que, frente a la mentira, reine la verdad.
Para que, frente a la condena, brille tu misericordia.
Para que, frente a la burla, salga la comprensión.
Para que, frente a la humillación, despunte la bondad.
Amén.
A no dejarme llevar por mis juicios,
interesados, duros y excesivamente crueles.
A observar, no tanto los aspectos negativos,
cuanto la bondad y lo noble de los que me rodean.
Ayúdame a mirar como Tú, Señor.
A no conspirar ni levantar castillos
en las ruinas sufrientes de tantos hermanos.
A no señalar defectos e historias pasadas
que, entre otras cosas,
sólo sirven para causar sensación o daño.
Ayúdame a mirar como Tú, Señor.
A ser prudente, como Tú lo fuiste
con aquella mujer, que adulterada en su vida,
comenzó otra vida nueva
ante tu forma de mirarle y corregirle.
Ayúdame a mirar como Tú, Señor.
A ver el lado bueno de las personas.
A no recrearme con el sufrimiento ajeno.
A no ser altavoz de calumnias y mentiras.
A ser persona y no jugar a ser juez.
Ayúdame a mirar como Tú, Señor.
A no manipular ni airear
las cruces de las personas que las soportan.
A no enjuiciar ni condenar
los defectos de tantos próximos a mi vida.
A no hacer estandarte ni burla
de los que están hundidos en sus miserias.
Ayúdame a mirar como Tú, Señor.
Para que, frente a la mentira, reine la verdad.
Para que, frente a la condena, brille tu misericordia.
Para que, frente a la burla, salga la comprensión.
Para que, frente a la humillación, despunte la bondad.
Amén.
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