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Seguir a Jesús


“Tú vete a anunciar el reino de Dios” 
(Lc 9,60)

Seguir a Jesús es algo serio, requiere prontitud, desprendimiento y harto ánimo para afrontar dificultades.
Pero si escuchas en tu interior su invitación a caminar con Él, ten la certeza de que su presencia amorosa te rodea y envuelve tu vida delicadamente.  
Francisco de Asís vivió hasta el último detalle el seguimiento de Jesús.
Renunció a su padre y a su familia.
Desposándose con «la hermana pobreza» se sintió libre para anunciar el evangelio.
Su renuncia iba acompañada de la alegría por cuanto el Señor nos ha concedido y por la belleza de la creación.
No era un santo triste.
El mundo hoy necesita nuevos locos como Francisco de Asís.
Hombres y mujeres que cuidan de la casa común,  humildes, sencillos y fraternos.
Seguir a Jesús es caminar hacia Jerusalén.
Seguir a Jesús no es poner condiciones.
Seguir a Jesús no es pedir rebajas.
Seguir a Jesús no es pedir tiempo para pensarlo.
Seguir a Jesús es hacer de él el centro, la razón de nuestro ser.
Seguir a Jesús no es caminar luego lamentando lo difícil del camino.
Seguir a Jesús no es caminar cansado y fatigado, con ganas de volver atrás.
Seguir a Jesús es el “sí total de nuestra vida” de modo incondicional.
Interrogantes que nos ofrece el Evangelio:
¿Cómo sentimos y vivimos el que antes de ser, existamos en el corazón de Dios?
¿Cómo sentimos y vivimos el hecho de que sea Dios quien toma la iniciativa en nuestras vidas?
¿Cómo vivimos la experiencia de que somos “unos llamados”
¿Cómo vivimos nuestro seguimiento de Jesús?
¿Sin mirar atrás?
¿Sin nostalgias del pasado?
¿Poniéndole condiciones a nuestra fe?
¿O con la alegría de la fidelidad hasta el final?

- Señor, que en cada momento sepa darte gracias.


Me fio de ti, Jesús.
¡Envíame!
A donde tú vayas, yo voy.
Llévame en la palma de tus manos,  
alienta mi débil fe.
Te seguiré a donde quieras te seguiré,
Señor, te seguiré.
Te seguiré,
dame la fuerzas sé tú la roca que sostiene mis pies.
Te seguiré, Señor

Maestro, te seguiré adonde vayas;
Maestro, dedicaré un tiempo cada día a estar contigo;
Maestro, me gustaría comprometerme con una buena causa;
Maestro, voy a compartir una parte de mi dinero;
Maestro, quiero seguir el camino que Tú me señalas:
Maestro, lo que más quiero en esta vida es ...

Pero, Señor,
déjame ir primero a enterrar a mi padre;
déjame terminar primero la carrera o la oposición;
déjame criar primero a mis hijos;
déjame pagar primero la hipoteca;
déjame que antes resuelva todas mis dudas;
déjame ....

Señor, Tú me llamas y yo pongo excusas;
y tú vuelves a decirme: "Tú, sígueme".
Acompáñame, Señor, en esta jornada,
para que sepa aprovechar cada momento,
para seguirte, escucharte y hablarte,
para comprometerme y compartir;
para disfrutar la vida y entregarla del todo. Amén.

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