El que quiera venirse conmigo
que se niegue
a sí mismo, que cargue con su Cruz y me siga (Mt 16,24).
Es domingo.
Las preocupaciones nos pueden hacer olvidar las cosas esenciales de la
vida.
¡Recupera el sentido de tu existencia!
Comparte tu fe
El domingo es el mejor día para que tu rostro brille de paz, de luz y alegría.
Anda alegre, despierto y transfigurado.
Celebras
al Señor.
Dame, Señor, alas para volar y pies para caminar al paso de las personas necesitadas; y entrega para “dar la vida” desde la vida, la de cada día.
Infúndenos, Señor, el deseo de darnos y entregarnos, de dejar la vida en el servicio a los débiles.
Señor, haznos constructores de tu vida, propagadores de tu reino, ayúdanos a poner la tienda en medio de la humanidad, para llevarles el tesoro de tu amor que salva.
Haznos, Señor, dóciles a tu Espíritu, para ser conducidos a dar la vida desde la cruz, desde la vida que brota cuando el grano muere en el surco.
A veces, también nosotros queremos enseñar a Dios a hacer las cosas, como Pedro. No nos dejamos sorprender por Jesús:
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No hablaste de un Dios de muertos, sino de vivos.
Tampoco del Dios de unos pocos elegidos,
sino del Padre común, con la puerta abierta a todos.
¿El Dios de los perfectos?
Lo desmontaste acariciando a los intocables,
comiendo con los pecadores,
perdonando a los que otros ya daban por condenados.
Mostraste una lógica diferente.
Al que quería sobresalir, le invitaste a servir.
Eso sí es sobresaliente.
Al que quería tenerlo todo, le llamaste a darlo todo.
Volviste la primera piedra contra quien se sentía puro,
y la dejó caer al suelo.
Y así sigues, Señor, descolocándonos, rompiéndonos las certezas.
Despertándonos la esperanza.
Encendiendo una vida distinta en nuestras pequeñas muertes.
Llamándonos a tu eternidad diferente,
que se trenza en el amor.
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