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Perdido y hallado





“… Cuando la encuentra, 
se la carga sobre los hombros, 
muy contento...” 
(Lc 15, 5)

A los fariseos les molesta el modo de actuar de Jesús con los que son considerados pecadores.
Les responde con dos parábolas de la vida diaria que les interpelan directamente
(«¿Quién de vosotros...?»).
Si todos damos valor a una oveja o a una moneda perdida, mucho más el Padre rico en misericordia lo da a cada hijo o hija.
De ahí la alegría exagerada del que encuentra lo que había perdido.
Jesús es el signo visible de la misericordia de Dios. La Iglesia tiene la vocación de serlo.

- Señor Jesús: que no nos olvidemos de que nos invitas a ser misericordiosos como el Padre.


La gran novedad de Jesús es su misericordia.
Con la parábola de la oveja perdida comprendemos la locura de su amor entrañable.
Déjate encontrar por Jesús.
Deja que te cargue sobre sus hombros.
 Dale esa alegría.

Señor,  qué ternura la tuya, qué paz tan grande saber que me buscas y que mi miseria te atrae.

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