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Dios escucha la oración del humilde





“Cuando venga el Hijo del hombre, 
¿encontrara esta fe en la tierra? 
(Lc 18,8).

Jesús nos enseña que hay que orar con confianza y perseverancia, con la seguridad de que Dios escucha siempre nuestras súplicas. 
Señor, Tú siempre te mueves impulsado por la misericordia y defiendes siempre a los débiles. 

- Gracias, Señor, por tantas personas humildes y sencillas que han sido y son para nosotros modelos en la fe.

 La oración del humilde es una debilidad para Dios

La oración es para mí, Señor, la respiración del alma, me permite vivir el Evangelio con alegría  y construir un mundo más fraterno.
 

Subo a la montaña para orar, buscando los destellos de tu rostro; me pongo en tu presencia y la nube me ilumina, la nube que me envuelve y me penetra, transparencia de tu gloria, sacramento, y guardo tu rostro y tu palabra.
Tu rostro buscaré, Señor; orando en el templo, buscaré; escuchando tu silencio, buscaré; y buscando siento que me miras, y entraño la mirada de tu rostro.
Tu rostro buscaré, Señor; bajaré hasta la choza y la chabola, para orar, para estar con los excluidos, inmigrantes de color, receptores de todos los rechazos y rostros humillados, suplicantes, en el fondo, como el tuyo.
El cielo se abre en su presencia y yo me siento como un reo, porque no hay lugar en nuestras casas.
Tu rostro buscaré, Señor, me acerco al hospital en oración, buscando tu rostro en los enfermos, rostros doloridos, tu rostro ensangrentado, son un cielo abierto, y los beso, y te beso.
Tu rostro buscaré, Señor, en oración, hasta en la cárcel, rostros odiosos, son tu rostro en el infierno, por la desesperanza y la tristeza, y los quiero, porque tu misericordia les devuelve la esperanza.
Tu rostro buscaré, Señor, orando en los ríos humanos de la ciudad, en las colas del autobús o en el metro, en los estadios y grandes almacenes, en los templos, rostros desdibujados, impacientes, tu rostro anónimo todavía, y yo los voy llamando por su nombre.
No me escondas tu rostro, Señor, porque se hace de noche, quiero entrañar tu rostro deseado con todos sus destellos, tu rostro, icono del Padre, la más brillante Teofanía.
Tu rostro me descubre que Dios está enfermo, muy enfermo, de amor.

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