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llora conmigo, pueblo mío





“¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! (Lc 19,42)

Jesús llora y sufre viendo que una parte importante del pueblo -representado por la ciudad de Jerusalén, cuyo nombre significa paz, no reconoce la visita de Jesús, el agente de la paz enviado por Dios, no acepta el proyecto de felicidad ofrecido por Dios. 


Dios siente una tristeza de muerte cuando lo rechazamos
Cuando la puerta de nuestro corazón, no está abierta: el Señor llora


Cuando llega la visita definitiva en la persona del Hijo, el pueblo no lo recibe como auténtico salvador.
Reconoce y acoge el mensaje salvador de Jesús. 
Su Palabra trae la paz y la justicia. Su vida es una parábola de paz y de comunión. 

• Señor, ayúdanos a vivir cada momento de la historia personal y colectiva atentos a escuchar lo que tu Espíritu nos pide.


Hazme un instrumento de tu Paz.
 Donde haya odio, siembre yo el amor.
Donde haya tristeza, siembre yo la alegría.
Donde haya desunión siembre yo el perdón.
Donde haya pena siembre el consuelo.

Señor, ¿no sigues llorando también hoy?
Señor, ¿tu lagrimas no siguen regando tu corazón hoy?
Señor, ¿cuántas veces has llorado por mí?
Señor, ¿cuántas veces has querido despertar y regar mi corazón con tu lágrimas?
Nos duelen las lágrimas de los hombres.
¿Y cuánto nos duelen las lágrimas de Dios?
Gracias Señor por tus lágrimas fecundando me corazón.
Gracias, Señor, que también yo pueda llorar por tantos que cada día te olvidan y te guardan en la indiferencia.

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