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Su amor nos desborda


 ¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido". 
(Lc 15,3-7).

 Hoy celebramos al Amor verdadero y eterno, celebramos al Sagrado Corazón de Jesús.  Solo Dios podía amar con un corazón tan humano, nos mostró así el camino y alcance de nuestro amor, la verdadera humanidad. El Corazón de Jesús nos habla de amar sin medida, sin límites, dando la vida, acogiendo a todos. Un amor entregado, generoso, gratuito, total. Amor que no pide respuesta pero le encanta cuando se da, amor de corazón y brazos abiertos, sin distinciones. 


 Danos Señor un corazón como el tuyo.  Que nuestro corazón lata al compás del de Jesús.

Las parábolas de la misericordia, del evangelio de Lucas, expresan muy bien el amor de Dios manifestado en su enviado Jesucristo. En concreto, el gesto del buen pastor que busca la oveja perdida, y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, muy contento y la lleva consigo.

Sagrado Corazón de Jesús, 
confío en ti, inflama mi corazón con tu amor.  Ayúdame a ser un instrumento de tu misericordia, 
buscando y ayudando a los perdidos y necesitados.  
Concédeme un corazón compasivo que sepa buscar 
y alegrarse por el regreso de quien se ha perdido Que tu amor transforme mi vida  y me haga un verdadero testigo de tu compasión y gracia.  Amén.

Dejar cien ovejas por una. No se pierde la oveja, la pierde el pastor. La descarriada la carga sobre los hombros sin reproches ni reprimendas. Reúne a los amigos y comparte su alegría. La lógica de Dios se nos escapa, nos desborda y nos ama.

 Cuando me dejo encontrar por ti, Jesús, 
se desborda tu alegría.


¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido". 
Cuando perdemos algo valioso nuestra vida se desestabiliza. Y cuando perdemos a alguien se paraliza. El vacío que nos deja es difícil de llenar. El corazón de Jesús nos enseña que de las manos de Dios nadie se puede alejar ni salir. La fe nos enseña a tener una afectividad sagrada, divina, que no deja espacio a la duda ni al miedo. En Dios nos movemos, existimos y somos. Y esa presencia de Dios inunda toda la vida. Nada se pierde cuando vivimos unidos a Él. Se nos invita a la alegría del encuentro de saber que siempre estamos en casa. 

El Corazón de Jesús es un corazón entregado al amor a cada hombre y mujer de este mundo. Abierto en la Cruz para que todos tuviéramos un lugar en él. El corazón de Jesús es el lugar donde está grabado nuestro nombre, no para llevar cuentas del mal, sino por el amor que nos tiene.  Da la vida por amor, cuida y sirve por amor, lava los pies por amor, acaricia al leproso por amor... El Corazón de Jesús es el lugar donde el abrazo de Jesús a cada hombre y mujer de nuestro mundo se hace realidad. 


«Habrá más alegría en el cielo por un pecador que se convierta»
Lo importante no está en las masas impersonales, sino en cada una de las personas que al descubrir el rostro de Dios cambia la vida y vuelve a caminar sintiendo el gozo del pastor que la ha recuperado y no la perdió.

Uno de cien

Hay noventa y nueve razones para la comodidad,
y una para la inquietud. 
Y, sin embargo,es esa única razón 
la que pone el tiempo en movimiento,
el corazón en estampida, las manos a la obra,
la mente agitada, buscando soluciones,
y los pies corriendo, para alcanzar las simas
donde yace la oveja perdida.
Hay noventa y nueve formas de amor domesticado,
y una de amor sin medida. 
Y, sin embargo,es esa pasión infinita la que, 
como agua desbocada,
se lleva por delante resistencias y apatía,
la que desatasca los reductos cerrados del alma,
la que convierte la quietud en energía.
Hay noventa y nueve palabras huecas
y una Palabra viva. 
Pero es esa única Palabra,
acampada entre nosotros, la que le da sentido a todo.
Basta con escucharla.
Y así, con una razón, una pasión y una Palabra,
nos envías al camino. 
Allá vamos, pues…

(José María R. Olaizola, SJ)


 

 

 

 


 

 

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