Jesús es firme e inamovible en su convicción de que nuestra identidad es el amor. Todo lo que pensamos, hacemos, decimos, sentimos que no busque el bien del otro es pecado. Es utilizar al otro. Nos escandalizamos por los casos de corrupción de los políticos. Pedimos dimisiones, juicios, penas de cárcel. Pero cuantas veces somos nosotros los "corruptos". Cuando juzgamos, cuando amenazamos, cuando por indiferencia olvidamos al otro. Cortemos en nosotros todo lo que no sea amor.
Que nada ni nadie nos separe de Él. Nosotros, que le conocemos, que queremos seguirle, queremos ser discípulos suyos... no dejemos que nada ni nadie nos separe de Él. Nuestra opción por Él lleva a dejar todo para ser y estar con Él. La vida se construye con Él, las decisiones son con Él, el proyecto es con Él. Optar por Él supone que muchas cosas tenemos que dejar, que Él debe ocupar un sitio privilegiado, que sin Él no somos nada.
Como dice San Pablo “Llevamos el tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros” (II Cor 4, 7-15) Caminar a su lado, ser de los suyos, abrazar el Evangelio, levantarnos de las caídas, buscar sus huellas, caminar a su lado...
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