¿Qué significa para ti que haya alguien rezando por ti, que te desea lo mejor, que no quiere que te pase nada malo? Jesús se lo pide hoy al Padre, pide por ti. ¿Qué respuesta le vas a dar?
Hoy celebramos la fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. No hay otro. Él es todo, es único para llegar a Dios. Es la única mediación, revelación plena de Dios. Él nos lleva a Dios, nos acerca a Dios. La relación con Él, escucharle, mirarle, aprender de Él nos lleva a Dios, nos acerca a Dios. Es sacerdote para siempre, con Él y sólo con Él llegaremos a Dios. Nadie es mejor sacerdote que Él, es único.
La oración sacerdotal de Jesús tras la última cena es el momento del traspaso de poderes. El Sumo y Eterno sacerdote, el único mediador entre Dios y los hombres pide al Padre por los suyos, por los que Él le ha dado. Le pide que los santifique, que los consagre en la verdad. En esta transmisión del sacerdocio de Cristo a los apóstoles entramos todos: «no solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos».
Demos gracias a Dios Padre por su Hijo, único sacerdote y por los que Él ha elegido para que configurándose con Él den testimonio constante de fidelidad y amor.
Cristo es ante todo mediador entre Dios y los hombres, y su mediación sacerdotal consiste en interceder en nuestro favor. Todos los miembros del Pueblo de Dios, por medio del bautismo, se hacen partícipes del sacerdocio de Cristo, para ofrecer a Dios un sacrificio espiritual y dar testimonio de Jesucristo ante los hombres.
Jesús ruega para que todos seamos uno. No en la uniformidad sino en la fidelidad. No en la unicidad sino en la diversidad. Unidad que nos una a Jesucristo en una unión divina como él tiene con el Padre. Unidos a Dios en nuestra humanidad
La unidad de los discípulos de Jesús no es una mera circunstancia, es el fruto cierto del Espíritu de Dios: su forma de vivir, de celebrar, de testimoniar la fe es comunitaria, siempre desde la unidad. Por eso, cuando reina la desunión se desvirtúa la capacidad de evangelizar.
“No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno” La solución no es escondernos para evitar ver el mal y que no nos salpique, lo importante es que nos sepamos cuidados por el Padre y nuestro actuar sea su presencia para vencer el mal construyendo el bien.
"Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo." Vivamos como enviados a construir el Reino. Vivamos como amigos de Dios, no como sus siervos. Sintamos que estamos en casa, no en un valle de lágrimas. Hay tantas formas diferentes de vivir. La fe es una elección. Entre tantas posibilidades apostemos por creer que la vida está acompañada. Que junto a Jesús vamos construyendo una historia de salvación. Que si nos dedicamos a observar y a escuchar, hay una revelación diaria donde nos hacemos conscientes de lo amados que somos.
Cantan tu gloria, Cristo Sacerdote,
los cielos y la tierra:
a ti que por amor te hiciste hombre
y al Padre como víctima te ofrendas.
Tu sacrificio nos abrió las puertas,
de par en par, del cielo;
ante el trono de Dios, es elocuente
tu holocausto en la cruz y tu silencio.
Todos los sacrificios de los hombres
quedaron abolidos;
todos eran figuras que anunciaban
al Sacerdote eterno, Jesucristo.
No te basta el morir, que quieres darnos
alimento de vida:
quedarte con nosotros y ofrecerte
sobre el altar: hacerte eucaristía.
Clavado en cruz nos miras, miramos,
crece el amor, la entrega.
Al Padre, en el Espíritu, contigo,
eleva nuestro canto y nuestra ofrenda. Amén.
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