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Mostrando entradas de junio, 2024

Levántate.

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  «Contigo hablo, niña, levántate».   (Mc5,21-43).   A Dios le pedimos la solución de muchos de nuestros problemas. Y debemos hacerlo. Pero pide también, con insistencia, una fe cada vez más sólida. Sólo así, el Señor renovará nuestra vida. Dos situaciones de sufrimiento. Dos mujeres. Una niña hija de un jefe de la sinagoga. Está en las últimas. Una mujer que padece flujos de sangre. La vida se escapa. Jesús contiene. La niña se levanta con su voz: Talitha qumi. La mujer es sanada y salvada por la fe. Aquella mujer, después de haber perdido todos sus bienes en poner fin a su enfermedad, que la consume y la excluye social y religiosamente, encuentra en Jesús la salvación de su situación. Confía en que curará con sólo tocarle el borde del manto. Para Jesús es ejemplo de fe. «Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»). Conmigo hablas y me ayudas a levantarme. Cada vez que me caigo, cada pensamiento negativo que se convierte en maltrato a mí o...

Pedro y Pablo

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  “Dichoso tú, Simón...”    (Mt 16,13-19). Hoy es la Fiesta de san Pedro y san Pablo. Pedro y Pablo tienen dos llamadas diferentes, dos procesos de conversión, dos proyectos de vida y misión muy diversos. Pero es Cristo su centro, a quien siguen, a quien anuncian. Pedro estuvo con Jesús; Pablo no. Pedro fue el signo de unidad y Pablo llevó el evangelio a todas partes. Jesús fue el centro de sus vidas y ambos llegaron a dar la vida por él. «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Esa pregunta define radicalmente nuestro nivel de compromiso e intimidad con Jesús. Puede responder nuestra parte intelectual. Todo lo aprendido y el conocimiento teológico adquirido a lo largo de los años. O puede responder nuestra entraña, lo existencial, lo afectivo. Cuando la fe ya no son conceptos ni ideas sino personas. Jesús nos pregunta personalmente. Que nuestra respuesta también lo sea. Es el Señor quien nos recuerda que la fortaleza viene siempre de Él, que es quien edifica l...

Te quiero

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  "Señor, si quieres, puedes limpiarme.  Extendió la mano y lo tocó diciendo: -¡Quiero, queda limpio!"    (Mt 8,1-4). El leproso reconoce su necesidad ante Jesús. Su deseo de ser curado. Lo hace sabiendo y creyendo que Jesús puede, si quiere. Jesús extiende su mano, se acerca a él, se compadece de su enfermedad. Lo toca. Se implica en lo que le sucede. No es ajeno o indiferente. A veces ponemos en duda la acción benefactora de Dios en nuestra vida. Pero el Señor siempre busca nuestro bien, siempre está dispuesto a curarnos de nuestras lepras. El encuentro con Jesús es sanador. Por eso sorprende que tantos desprecien este encuentro, o lo banalicen. La sanación del leproso es una señal de la inminente derrota del mal y la restauración del orden divino. La humanidad, encuentra esperanza en la intervención divina de Cristo, mientras el universo espera con temor y expectativa la revelación completa del reino de Dios. La misericordia de Dios supera toda barrera y...