A lo largo de una vida vamos dejando rastro. Miramos hacia atrás y agradecemos a las personas que nos han hecho bien. Amistades que permanecen. Personas que nos dejan pero con un gran recuerdo. Y también personas que reabren viejas heridas. Ingratitudes, olvidos dolorosos, conflictos enconados. Rencor y dolor por sentirnos maltratados. Hoy oremos buscando reconciliarnos. "Era necesario". No seríamos quienes somos hoy sin la larga lista de éxitos y fracasos que vamos sumando.
Son muchas las características singulares del cristianismo: una de las más conocidas es el amor a los enemigos. Jesús, después de anunciar las bienaventuranzas, y como consecuencia de vivir las mismas, dirige a sus discípulos este imperativo: "Amad a vuestros enemigos".
La vida del creyente no es fácil, no podemos conformarnos con amar a los que están cerca de nosotros. En el amor está el evangelizar, mostrar que hay vida para todos y para ello debemos salir de nuestra comodidad para darnos.
Amad a los enemigos, esos que a veces no sabemos por qué lo son. Rezad por quienes os persiguen sin entender por qué lo hacen. Lo fácil es amar a quienes nos aman. Lo difícil, querer a quien no nos quiere. Saludar no solo al hermano, sino a quien no sabe que lo es.
"Amad a vuestros enemigos". Perdonar no es fácil, pero a veces se te olvida el primer paso de comprender al otro, comprenderte a ti y comprender la situación. ¿Te atreves a acercarte y comprender un poco más a ese que no te cae especialmente bien?
"Si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis?" Es nuestra seña de identidad. El amor difícil, el amor imposible, el amor que cuesta, el amor que algunos llaman 'ser tontos'. Este es el amor de Dios que también ama a los que le persiguen, y los perdona. Amad a los enemigo. Es un amor de proyecto de vida, abierto, donde 'todos, todos, todos' tienen sitio.
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