La lectura del Evangelio de hoy nos introduce en la oración sacerdotal de Jesús. Es como si nos dejará entrar en su momento más íntimo de relación con Dios. Como si a nuestro lado escucháramos su oración en voz alta. Impresiona la intimidad, la confianza, la complicidad entre Jesús y su Padre. Jesús le abre a Dios su corazón y le expresa su certeza de que ha llegado su hora. Los últimos acontecimientos hablan de como la tensión es creciente. Los fariseos y el Sanedrín están moviendo sus hilos. Judas está distante y alejado. En Jerusalén se palpa la tensión. Jesús pide al Padre que transforme su miedo y su dolor en un motivo de glorificar a Dios. Que su muerte se convierta en las puertas abiertas a la Vida Eterna.
El Señor dice a sus discípulos, en qué consiste esa vida eterna y verdadera: consiste en que te conozcan a ti, como los discípulos conocen a su Maestro y su Dios. No se trata de conocer ideas o pensamientos, sino conocer a una persona que lleva consigo la capacidad de salvar. Jesucristo es al que tenemos que conocer, Él es la revelación definitiva de Dios. Abrir cada poro de nuestra vida para conocer a Jesús. El Evangelio está escrito para que podamos conocerle y conocer a Dios, es lugar obligado de escucha y de conocimiento de Dios. Muchas cosas, lugares, caminos, presencias... nos ayudan a conocer a Dios y descubrir su mano. Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida... para conocer a Dios
“Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son tuyos. Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado” Jesús está hablando con el Padre, en una apertura confiada. Ora por nosotros, que somos el regalo que el Padre le ha confiado y nos mete en su intimidad. Habla de su vuelta a los brazos del Padre, que es lo que más le agrada. En su empeño por levantar a todos los caídos para que descubrieran su dignidad de hijos, ha manifestado la gloria y el proyecto del Padre.
Jesús ruega al Padre por nosotros que estamos en el mundo. Somos de Dios y Dios nos cuida. Aunque aparezcan contrariedades, suframos injusticias, nos amenacen los miedos, Dios nos cuida.
Suelta
Suelta
tus miedos, tus proyectos, tus sueños y fracasos.
Suelta
la imagen, los agobios, los fantasmas y presiones.
Y confía
en Aquel que es tu descanso,
en Aquel que no te juzga,
en Aquel que te conoce,
en Aquel que te sueña,
en Aquel que te llama,
en Aquel que te espera.
Suelta y confía.
(Óscar Cala, SJ)
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