cierra la puerta y ora a tu Padre,
que está en lo secreto."
(Mt 6,1-6.16-18).
Qué confianza da creer en él Dios que no necesita aspavientos, ni que le griten con largos rezos. No hace falta, porque Él ve en lo escondido: donde no llega nadie, donde se juega en lo más íntimo, Él se da cuenta de todo. Prefiere siempre lo discreto, lo escondido: Él lo ve.
Gracias Señor por
regalarnos espacios
en los que conviertes los desiertos en oasis.
Gracias
porque orar no es una zona VIP, de difícil acceso, sino la posibilidad ofrecida
a todos.
Gracias porque lo que ocurre en esos diálogos en lo secreto es
restaurador. Alejados de exigencias, de valoraciones externas, somos amados en
la plenitud de tu mirada.
Gracias porque al orar nos devuelves la dignidad que
para ti, nunca hemos perdido
Cuidad de practicar la justicia delante de los hombres es vivir de cara a Dios. Hacer limosna sin que se sepa. Rezar en la intimidad y el silencio. Ayunar con el perfume del compartir. La justicia tiene tres caras: Dios, los demás y tú. Sin hipocresía ni falsedad.
Espíritu Santo, renueva nuestro interior.
Que el
silencio fortalezca nuestra oración,
el ayuno nos ayude a amar más
y la limosna
nos haga solidarios.
Amén.
«Que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha» No nos cansemos de hacer el bien desde un corazón que sabe que el Padre es el único que nos ve y recompensa lo que hacemos, que no es otra cosa que mostrar el amor que nos ha dado y que nosotros compartimos con los demás.
Señor, hazme un
sembrador generoso en tu viña.
Que mi corazón se llene de alegría al dar
y
servir en tu nombre.
Ayúdame a vivir mi fe con sinceridad y humildad, buscando
tu aprobación y no la de los hombres.
Amén.
Jesús quiere que nuestra relación con Dios se vacíe de apariencias, de llamar la atención para ser aplaudidos. Esto es contrario a la humildad, el silencio, la relación íntima y personal que propone con Dios. Nada de aparentar, todo de autenticidad y verdad. Nada de fotos, todo de recogimiento, de sencillez, de no llamar la atención de una manera directa y premeditada.
Padre bueno, hoy me
acerco a Ti
con un corazón cansado de las apariencias.
Vivimos en un mundo de
filtros y redes sociales,
donde parece que todo lo que hacemos debe ser
publicado para recibir la aprobación de los demás.
A veces, sin darme cuenta,
caigo en ese juego.
Hago algo bueno y la primera tentación es contarlo,
buscar
el aplauso, el "me gusta"
que me haga sentir validado.
Pero Tú, en tu
palabra, me llamas a algo más profundo,
a una relación contigo que no necesita
espectadores
ni requiere de un escenario.
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