Dios es fiel a su palabra. Los gestos sencillos y las palabras de verdad abren el camino al Espíritu. Busca la verdad, corre tras ella y ejercítate cada día en hacérsela llegar a los demás. “El que busca la verdad busca a Dios” (Edith Stein).
Jesús nos invita a la sencillez y a la honestidad. Ya nos avisa que al orar no digamos muchas palabras, como si por llenar de palabrería la oración Dios nos hiciese más caso. Lo que interesa es que las palabras que decimos se traduzcan en acciones y gestos. Que nuestra comunicación sea de toda nuestra vida. No compartimos solo ideas, creencias, opiniones, información. Compartimos todo lo que somos y tenemos.
Los seguidores de Jesús no debemos jurar en falso ni incumplir compromisos que aceptamos. Estamos llamados a ser personas de palabra sin necesidad de juramentos ni documentos firmados. La propuesta es sencilla y contundente: ser transparentes, auténticos y de fiar.
Cuando las palabras pierden su valor, se suele recurrir a palabras mayores, a exabruptos, a salidas de tono, a impertinencias y hasta juramentos. Es preciso recuperar el valor de las palabras para poder cumplir lo que decía el Señor: que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no.
No se pedir a Dios que la manipule para nosotros. Es una realidad que Él no puede mover o intervenir con un 'superhéroe', Él es Dios no superhéroe. Nuestro Dios no se mueve por juramentos o falsos chantajes, nuestro Dios ama. Nos ama como somos y ama lo que hacemos, quiere que construyamos en reino y nuestro paso por esta historia, por este mundo sea hacer el bien.
Sueño imposible
Es un sueño
imposible,
pero cómo quisiera, Señor,
que me liberaras de ese vivir
bajo el dictado del miedo a los otros.
Y que me dieras el valor
de presentarme ante ellos
sin camuflajes, mimetismos
o momias de verdad,
que solo logran
revestir
con una capa aparente
de eternidad
una vida (la mía, la tuya)
que se descompone
en lo oculto
de la mentira
que tiene que defender.
¡Repítenoslo, Jesús,
una vez más!
«Queda clausurada
la religión del juramento,
de la apariencia,
de la presunción
y del fingir».
Cabalguemos,
sin demora,
en la confianza
total y sin fin de
Dios en mí:
en mi «no, no»
y en mi «sí, sí».
(Seve Lázaro, SJ)
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