Haciendo crecer del Reino
“El reino de Dios se parece
a un grano de mostaza...
a la
levadura...”
(Lc 13, 18-21).
Jesús Maestro con sencillez, con claridad, con brevedad y
con gran profundidad comparte con los suyos los secretos del Reino.
Nuestra vida es como una pequeña semilla de mostaza.
En lo más pequeño podemos encontrar lo grande.
Nuestra misión es ser fieles en lo pequeño y sembrarnos.
La semilla de mostaza y la levadura son pequeñas pero
transforman la realidad.
Llenemos de pequeñas
cosas, gestos y palabras de Evangelio nuestra realidad para que sea una
realidad 'esponjosa' y que acoja al hermano.
Si entregas generosamente tu vida, aunque sea
insignificante y permanezca oculta, como una semilla, puede dar vida en
abundancia.
Los que queremos vivir el Evangelio, podemos dar vida a
los demás porque la semilla del Reino está sembrada en nosotros para llevarnos
a plenitud.
Basta una pequeña parte de levadura para que se produzca
la fermentación.
Cristo es la levadura en nuestras vidas; Él nos impulsa y
guía nuestros pasos.
Por Él, con Él y en Él, cualquier pequeño movimiento de
nuestro corazón hacia los demás puede estar haciendo crecer del Reino.
La levadura sólo fermenta la masa si se hace una con
ella.
Sólo el Amor une y transforma.
Sólo el Amor fortalece el REINO.
Sólo desde la hondura de
una fraternal y compartida vivencia de Dios, de su Amor, se puede fortalecer la
unidad.
Caminemos viviendo en la Esperanza.
Jesús nos enseña la importancia de lo pequeño.
También nosotros somos pequeños, como el grano de
mostaza.
Jesús hoy nos invita a mirar en lo cotidiano de nuestra
vida, fijarnos en lo que va sucediendo en nuestro día a día...
Jesús nos habla en lo cotidiano, en lo sencillo, en lo
pequeño... el no busca grandezas que superen nuestra capacidad.
Pero quiere de nuestra NADA sacar frutos grandes, pero
nos pide simplemente fidelidad a lo pequeño, a lo cotidiano, a nuestro “aquí y
ahora” no ir más allá. Hoy nos toca ser fiel a lo pequeño para ser fiel en lo
grande
Si te dejas cuidar y provocar por Dios, si dejas que él
pruebe tu amor en la fragua de su Amor, entonces serás como un árbol frondoso
en el que todos encontremos sombra, frescura, aliento y descanso.
No te exasperes en hacer grandes cosas, es inútil, hemos
nacido para sembrar un grano de mostaza y hacerlo en su sitio.
Lo demás es un cruce de pretensiones donde se la juegan
el orgullo, la soberbia, la vanidad y toda esa zona de sombras.
Quiera Dios que
nuestros corazones sean blandos como la tierra de un huerto regado, abiertos
como los polvos de harina, para que reino de Dios pueda asentarse en nosotros.
Se lo pedimos a
María, Hermoso huerto de Dios que diste
fruto por su acción silenciosa, el Reino, acogiendo a muchos, y dando alimento
a más, el pan de la palabra encarnada, levadura divina.
Hoy tenemos una
invitación:
A descubrir las semillas de mostaza que Dios siembra en nosotros.
A descubrir la levadura con la que Dios nos hace crecer hoy.
No esperemos grandes cosas de Dios.
No esperemos grandes milagros para reconocer a Dios.
Basta que descubramos las semillas de mostaza que llevamos dentro.
Basta que descubramos la levadura que nos está fermentando.
Y esto lo podemos hacer cada vez que comemos un pedazo de sabroso pan.
A descubrir las semillas de mostaza que Dios siembra en nosotros.
A descubrir la levadura con la que Dios nos hace crecer hoy.
No esperemos grandes cosas de Dios.
No esperemos grandes milagros para reconocer a Dios.
Basta que descubramos las semillas de mostaza que llevamos dentro.
Basta que descubramos la levadura que nos está fermentando.
Y esto lo podemos hacer cada vez que comemos un pedazo de sabroso pan.
Dios, fuente de todo amor,
y de toda bendición
te damos gracias
por tu Iglesia, tu esposa bella y santa,
por tu alianza con ella
en Jesús, su Salvador y redentor.
Él se dio todo y se lo dio todo:
su corazón abierto en la cruz,
su sangre y su amor,
el pan, fermento del Reino,
y el vino nuevo alegría de las bodas.
Creemos que nos llamas a crecer en el amor,
necesitamos en nosotros el Espíritu de tu Amado Hijo
para ser su Cuerpo en este mundo;
derrama sobre nosotros tu misericordia
para que seamos la esposa de Cristo
resplandeciente, sin mancha ni arruga.
Dios y Padre nuestro,
bendícenos, para que te bendigamos eternamente.
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