Gestos por el Reino
"El que no
está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama" (Lc
11,15-26)
Los enemigos de Jesús no reconocen las señales del Reino
que realiza Jesús y le acusan de ser instrumento de Beelzebú.
Sin embargo, les recuerdo que el poder de Dios tiene la
última palabra sobre el poder en el mundo
Nos quieres libres del egoísmo que nos ata, del
individualismo que nos encierra y de la indiferencia que nos ciega.
Mientras estamos en este mundo, el proceso de conversión
y de lucha contra nuestros «demonios», nunca termina...
En la vida cristiana no basta con liberar el corazón de
apegos e ídolos, es necesario llenarlo, cada día, del don del Espíritu Santo.
¿En qué cambiaría mi vida si creyera firmemente que el Reino
de Dios está YA entre nosotros?
La fe es una lucha constante y continua para que reine el
bien.
¡Empecemos la lucha de este nuevo día y dejemos que el
dedo de Dios nos asista y ayude a no caer en la trampa del Maligno.
Pidamos a la Virgen María que vuelva a unir a la Iglesia
de su Hijo, todos tan distintos, todos tan de Dios.
Hoy, San Juan XXIII.
Siendo arzobispo, se enteró de que un cura frecuentaba
malos lugares.
En lugar de suspenderlo, se fue a buscarlo allí, lo llevo
a su palacio, se arrodilló ante él y le pidió confesión.
¿Tú, al pecador, lo miras desde arriba o desde abajo?
Yo me abandono ¡oh
Dios! en tus manos.
Toma este barro y trabájalo
como arcilla entre las manos del alfarero
dale una forma y después, rómpela, si quieres
como es despedazada la vida de tantos hermanos.
Pide, ordena ¿Qué quieres que haga?
¿Qué quieres que no haga?
Ensalzado o humillado, perseguido,
incomprendido,
calumniado, alegre o triste,
o inútil para todo, sólo diré,
a ejemplo de tu Madre:
“Hágase en mí según tu palabra”.
Dame el amor por excelencia,
el amor de la cruz.
Pero no de las cruces heroicas
que podrían nutrir mi vanidad,
sino de las cruces vulgares que,
sin embargo, llevo con repugnancia.
De esas que se encuentran cada día
en la contradicción,
en el olvido, en los juicios falsos,
en la frialdad del alma,
en los desaires y desprecios de los demás;
en el malestar y defectos del cuerpo,
en la oscuridad de la mente
y en el silencio y aridez del corazón.
Entonces sólo Tú sabrás que te amo,
aunque ni yo lo sepa, con eso me basta.
Amén
Toma este barro y trabájalo
como arcilla entre las manos del alfarero
dale una forma y después, rómpela, si quieres
como es despedazada la vida de tantos hermanos.
Pide, ordena ¿Qué quieres que haga?
¿Qué quieres que no haga?
Ensalzado o humillado, perseguido,
incomprendido,
calumniado, alegre o triste,
o inútil para todo, sólo diré,
a ejemplo de tu Madre:
“Hágase en mí según tu palabra”.
Dame el amor por excelencia,
el amor de la cruz.
Pero no de las cruces heroicas
que podrían nutrir mi vanidad,
sino de las cruces vulgares que,
sin embargo, llevo con repugnancia.
De esas que se encuentran cada día
en la contradicción,
en el olvido, en los juicios falsos,
en la frialdad del alma,
en los desaires y desprecios de los demás;
en el malestar y defectos del cuerpo,
en la oscuridad de la mente
y en el silencio y aridez del corazón.
Entonces sólo Tú sabrás que te amo,
aunque ni yo lo sepa, con eso me basta.
Amén
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