“¡Ven, sígueme!”
“VEN Y VERÁS”
(Jn 1,46)
Creer en Jesús y seguirle tiene un razonamiento muy
sencillo:
Me ama y le amo.
Aquí empieza y acaba todo.
Me ama conociéndome tal
como soy.
No me pide que haga o deje de hacer para que la relación continúe. Me
conoce y me conocía desde siempre y sé que cada día se enriquece nuestra relación.
Así lo vivieron los primeros discípulos.
- Señor, tú me sondeas y me conoces.
- Señor, tú me sondeas y me conoces.
¿Cómo vencer el miedo
a Dios?
¿Cómo invitar a ver la bondad y las ganas de dar vida que tiene Dios?
La familia cristiana, que se mira a la luz del infinito amor del Padre, tiene
esta tarea provocadora.
Su pequeña luz, puesta en medio, ilumina el rostro de
Jesús a la humanidad.
“El Dios Trinidad es comunión de amor, y la
familia es su reflejo viviente” (AL 11).
“Quiero
contemplara Cristo vivo presente en tantas historias de amor, e invocar el
fuego del Espíritu sobre todas las familias del mundo” (AL 59).
Señor Jesús, Palabra del Padre, que ha sido pronunciada
sobre mí.
Tu llamada, es amor gratuito, personal, que un día descubrí, y me
invitaste a responder.
Tu “ven y sígueme”, fue una invitación a vivir tu misma vida, tu misma vocación: “como el Padre me eligió, yo te he elegido a ti”.
Vivir cada día la novedad de tu llamada, es un reto, que tengo ante mí, y que no debo eludir.
Me da miedo dejar tu llamada en un pasado, y vivir la rutina de un presente.
Tu “ven y sígueme”, fue una invitación a vivir tu misma vida, tu misma vocación: “como el Padre me eligió, yo te he elegido a ti”.
Vivir cada día la novedad de tu llamada, es un reto, que tengo ante mí, y que no debo eludir.
Me da miedo dejar tu llamada en un pasado, y vivir la rutina de un presente.
Sería dejar de responderte, y condenarme a vivir “sin vivir”.
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