Ser cristiano es ser evangelizador






“Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” 
(Mc 16,15) 

Hoy celebramos la fiesta de una conversión: la de San Pablo, un hombre que cambio radicalmente su vida. 
Camino de Damasco, el fariseo Saulo de Tarso descubre que Jesús Resucitado se identifica con los cristianos que él persigue. 
Toda su vida le queda marcada:  
«Y no vino yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Ga 2,20). «Para mí la vida es Cristo» (Flp 1,21),  
«El amor de Cristo nos apremia» (2Co 5,14),  
«Sed mis imitadores, como yo lo soy de Cristo» (1Co 11,1). 
El perseguidor de cristianos se convierte en uno de los mejores servidores de Cristo. 
Todo lo que había vivido hasta entonces lo consideró basura, en comparación con el conocimiento de Jesús.
            “Señor, concédeme el don de la conversión”
            “Gracias por las personas que se dejan convertir por ti”
            “Perdona y cura mi dureza de corazón”

San Pablo se dejó seducir por Jesucristo. 
En todo momento sabía de quien se había fiado. 
Su vida tenía sentido en la medida de que Cristo vivía en Él. 
La fuerza de Dios se mostró perfecta en su debilidad. 
Le bastó la gracia de Dios para ser feliz.
            “Señor, seduce nuestro corazón”
            “Gracias por tu amor, por tu gracia”
            “Muestra tu fuerza, Señor, en nuestra debilidad”

El amor de Dios nos  cierra en nosotros mismos sino que  nos ensancha el interior y nos pone en camino misionero. 
En el nombre del Señor toda la humanidad se llena de vida nueva. Ponte ante Dios con la familia de hermanos y hermanas que se te ha regalado; ponte ante la humanidad con la buena nueva de Dios en los labios y en el corazón.  
Con tus dones, siembras de semillas mi corazón. 
Con mi vida misionera siembro de Evangelio el mundo. 
¡Bendito y alabado seas, Señor!

El evangelio podría muy bien ser el resumen de la vida de Pablo. En este apóstol todo es exagerado. 
Persigue cristianos sin descanso, descubre su equivocación y cambia totalmente. 
Está tan convencido del poder de Cristo que no se rinde ante nada ni ante nadie. 
Sabe que su fuerza está en Cristo y con él todo lo puede.

• Señor, reconcílianos por encima de culturas, lenguas y tradiciones religiosas

San Pablo entendió enseguida que ser cristiano es ser evangelizador: fue al mundo entero y proclamó el Evangelio. 
Llevo el mensaje de Jesucristo más allá de las fronteras de Jerusalén, de Israel. 

Te doy gracias, Señor, porque cuentas conmigo,
a pesar de mi pequeñez y mi pecado.
Cuentas conmigo y me llamas,
como llamaste a Pablo,
un fariseo inteligente, fanático, intransigente,
que quería acabar con los que no pensaban como él.
Gracias a tu cercanía,
Pablo se cayó del caballo de sus prejuicios
y descubrió que donde abundó el pecado,
sobreabundó tu amor;
que tu grandeza se muestra en nuestra debilidad;
que nos podemos fiar de Ti completamente;
que Tú lo habías elegido para anunciar el Evangelio.
También a mí me has cambiado, Señor. Gracias.
Que sepa acercarme cada día a Ti,
para que puedas acabar la obra
que has comenzado en mí
y yo sepa contagiar mejor
la luz, la alegría y la esperanza de nacen de la fe.

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